Gabriel García Márquez escribiendo "Cien años de soledad"

28/5/09

-Relato 8 de Paco Basallote

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Atardecía y en la calle se veía gente de todo tipo. Pero ninguna chica de falda roja y carpeta verde bajo el brazo. Familias, grupos de jóvenes, parejas de ancianos, cocheros de caballos, gente loca por completo, gente no loca del todo, repartidores de publicidad, guiris con mapas y cámaras de fotos, gente a pie, o en bici, o corriendo, o en patines, gente despistada, o atenta, gente completamente feliz y gente no feliz del todo aturdida por el ruido de la gente en la ciudad. Milo era uno de estos últimos y le aturdía también, sobre todo, la espera. Estaba allí apoyado en la pared del Archivo de Indias, con un fuerte picor en los ojos y preguntándose por qué no se había quedado en su casa viendo el ciclo de películas de Eric Rohmer de los jueves o matando el tiempo con cualquier libro antes de irse a dormir. Cualquier otra cosa menos estar allí, con la mente cansada de buscar una falda roja y una carpeta verde entre tan variada multitud.
Pero no podía hacer eso porque en ese caso se quedaría sin saber cómo terminaba la historia de su admiradora secreta. Así la llamó Juanan. “Seguro que es gorda, divorciada y con tres hijos”. Desde pequeñitos en el instituto Juanan siempre aguando la fiesta. Era uno de esos amigos que no tienen pelos en la lengua, como te cogiera con la sensibilidad a flor de piel, hablar con él podía resultar como andar descalzo por un suelo cubierto de trocitos de vidrio: de lo más sangrante.
-En realidad lo que ocurre es que a ti no te ha pasado nunca –Milo se mordía los bordes de los dedos, donde empiezan las uñas.
-Hombre la verdad es que no…nunca me ha llamado una desconocida para quedar…-Juanan no quitaba la mirada del televisor donde unos “expertos” debatían sobre asuntos de su equipo de fútbol.
-Te jode, que me haya pasado a ti y no a ti, reconócelo…
-¿Tío pero qué he dicho? Es una realidad, puede ser una gorda, ¿o tú la has visto?
-Pero siempre te pones en lo peor. Déjame al menos la ilusión. Además me gustó mucho su voz…
-No digas que te quito la ilusión, la ilusión no es…
-…Sí tío la ilusión no es una mochila que se quite y se ponga, no me vengas con el rollo de siempre…En realidad no me quiero ilusionar, la chica solo quiere ver mis dibujos…
-¡Ah, bueno! Entonces olvídate: no te vas a comer una rosca… Y no te muerdas los pellejitos de los dedos, que el sustituto del sexo es el chocolate, no las uñas.
-Ja, ja, muy gracioso –dijo Milo alejando sus dedos de la boca.
-Y déjame ver el debate.
-Pero tío si esto no es fútbol…
-Esto son claves para el partido del domingo. ¿No será que ahora va a dejar de interesarte el fútbol?
-----o-----

Últimamente sus relaciones con chicas habían resultado igual de productivas que sus últimos intentos de encontrar un trabajo más interesante: “Tiene usted muy buenos dibujos, un trazo muy peculiar, y sus obras demuestran mucha imaginación, pero ahora mismo no podemos pagar un nuevo ilustrador. Le llamaremos”, o “Eres un tío muy simpático, pero en estos momentos no estoy preparada para estar con nadie. Podemos ser amigos”.
Tras quince minutos de espera, apareció la combinación de la falda roja con carpeta verde, y la incógnita de la ecuación le pareció espectacular: cabello rojo, rostro pecoso, aire exótico. “¡Cuando Juanan la vea!”.
Él no sabía que decir. Ella tampoco tomaba la iniciativa.
-¿Rosa?–se lanzó él, sonriendo…
-Sí Milo, soy Rosa.
-Me alegro de conocerte en persona –dijo Milo antes de darle dos besos- ¿Qué tal?
-Bien –contestó ella, haciendo un mohín coqueto –¿y tú?
-Eh, bien…-la voz no le salía como debiera- ¿Está bonito el centro de la ciudad, verdad?
-Sí, sí, está muy bonito…
-Veo que trajiste los trabajos –dijo Milo mirando la carpeta verde que sostenía la chica…
-Sí, son algunos dibujos recientes -ella le miraba con humildad.
-¿Vamos a un bar? Me molesta mucho el ruido, y el centro es de lo más ruidoso. Además estaremos más cómodos.
-Vale.
Fueron a un local muy tranquilo, de elegancia media, donde de día se tomaba café con tarta y por la tarde noche la gente apuraba copas y escuchaba música de jazz. Él se pidió un gin-tonic. Ella un refresco.
-Oye perdona que te pregunte, –parecía seguro de sí mismo, pero se mordía los pellejitos de los dedos- ¿quién te dio mi teléfono?
-No me lo dio nadie. Lo busqué yo… –dijo Rosa con resolución.
-No es que me moleste ¿eh? –casi se le atragantó un trago –¿y dónde? En Bellas Artes…
-…En el directorio de Lítera.
-¡Ah! ¿Trabajas en la editorial? Pensé que estudiabas en la facultad de Bellas Artes.
-Estudio pero compagino. Trabajo en Lítera en turno de tarde.
-No te he visto nunca allí.
-Yo a ti sí, como te dije –dijo ella, sin darle mucha importancia- Pero porque me gustaron tus dibujos. Me gustó tu fantasía…
-Así que quieres cambiar de departamento, ser dibujante…-Rosa asintió- Bueno, ¿te parece que le echemos un vistazo a tus trabajos?–dijo él mirando la carpeta verde. Ella la abrió. Fue sacando láminas. La primera eran figuras evanescentes sin rostro, una multitud en la calle, grisácea, desenfocada como las fotografías en movimiento. “Típicos juegos de aprendiz”, pensó Milo sin poder evitarlo.
-Muy original, sí señor -sonreía mirándola a los ojos, haciendo gestos de aprobación. Sólo había una figura que destacaba por estar trazada con color, y porque era la única que tenía un rostro.
-Eres tú –dijo ella, sonriendo con su pequeña boca.
-¿Yo? –respondió él enrojeciendo. Sintió el calor en sus orejas y dio un trago a su gin-tonic, y de repente se le ocurrió una cosa:
-¿Cuándo has hecho este dibujo?
-Mientras me esperabas.
El escenario representado en la lámina estaba nítido: se apreciaban las cadenas y columnas que rodean el Archivo de Indias así como sus rectas puertas y ventanas. Era la esquina donde ambos habían quedado. La figura más enfocada y que destacaba entre la multitud llevaba la misma camisa roja de lino que él. De repente se rió a carcajadas:
-¡Me has dibujado mirando el reloj! –estaba colorado. Se la imaginaba observándole durante un cuarto de hora y se sentía halagado y excitado.
-Siento haberte hecho esperar. Por supuesto el dibujo es para ti.
-¿De verdad?
Ella asintió sonriendo. Tenía las mejillas más rojas que al principio; quizás el calor del bar, que debido a la hora que era se estaba llenando de gente.

Al día siguiente le llamó Juanan. Quería saber qué tal le había ido en su encuentro. Y cómo era ella.
-Tenías razón Juanan. Era demasiado gorda. Y sólo quería que viese sus dibujos nada más. Bueno y que le hiciera un dibujo para su hijo de dos años. Una noche perdida…
-¿En serio?
-Te juro que estoy flipando. Todo lo que te diga, por mucho que te cuente… –a medida que hablaba iba inflándose de aire-… no te puedo explicar lo de esta chica –fue soltando todo de golpe-. ¡Es alucinante…!
-Pero bueno, ¿tanto ha sido la primera impresión?
-Es un encanto. Mira estuvimos charlando en un bar de copas junto a la Catedral hasta las tres de la mañana. El tiempo fue pasando sin darme cuenta.
-Milo, Milo, que siempre te pasa igual…
-Vamos a ver tío…Siempre no se conoce una chica así.
-¿Pero qué tiene de especial?
-Bueno se sabe de memoria todos los sitios donde he trabajado, todos los concursos de pintura que he ganado, todos libros para los que he publicado…Al parecer ha estado yendo a todas mis exposiciones.
-Te ha ganado por el oído, vamos. Eso es que le gusta tu pintura.
-Espérate que no he terminado…es que además nos enrollamos en el bar…
-Tío, ¡qué bueno! –dijo Juanan. Había sido el muro de lamentaciones de su amigo en el último largo año de fracasos sentimentales, aunque sin ahorrarle todo tipo de afilados comentarios.
-Pero además…¡es que está buenísima! –dijo Milo.
-Eso ya te lo dije yo…
-Serás cabrón…
-----o-----

No sabía si había sido la última frase hiperrealista de su amigo Juanan: “Ten cuidado Milo, que tú ya estás muy mayor para hacerte ilusiones y de una niña de veintitrés, qué se puede esperar”. Desencadenó recuerdos: ¡cuántas veces se había enamorado en la facultad, cuando tenía más tiempo para esas cosas! ¡Cuántos proyectos se le pasaron por la cabeza en aquellos años y cuántos se fueron desmigajando como el pan en el agua! Recordó cómo le entraba el aire en el pecho en aquellos años. Le pareció maravilloso, un aire cristalino, azul, refrescante. Y sin embargo acto seguido ese recuerdo le pareció equivocado. Es cierto que era un aire más cristalino, pero no entraba de golpe, algo se lo impedía en aquellos años.
La película de Eric Rohmer que Milo y Rosa veían no era realmente de las más interesantes. Era la última del ciclo que proyectan los jueves. En el salón la lámina que le regaló Rosa ocupa un lugar privilegiado. Técnicamente no es gran cosa, se decía, pero había tocado su corazón de una manera especial. Estaban juntos en el sofá. Ella le besó.
-----o-----
Rosa esperaba en el hall de la galería de arte donde un cartel llevaba su nombre. Se la había conseguido Milo, a través de un amigo suyo, para realizar su primera exposición de lienzos. Estaba muy feliz. Era un momento de su vida en que todo estaba lleno de color: un trabajo en el departamento de ilustración de la editorial más prestigiosa de la ciudad, sus estudios en la facultad de Bellas Artes, y poder conocer y enamorarse de un dibujante fantasioso que la quiere. Con él había podido compartir grandes inquietudes. Los cuadros fueron fluyendo a lo largo de un año con una facilidad que nunca había sentido. Esta era su primera exposición. Antes de Milo, sus relaciones con chicos habían sido insípidas, y por supuesto ninguno la había animado a pintar y crecer como Milo lo había hecho. Y muchas veces sentía que aquello no podía ser verdad, algo tenía que fallar, todo no podía ser tan perfecto.
Entró Juanan, arreglado para la ocasión, dentro de su desaliño habitual
-Hola Juanan –Rosa estaba preciosa.
-¿Qué tal guapa? –Juanan venía también elegante. Para él llevar una camisa por dentro era como ir de etiqueta.
Se dieron dos besos.
- ¿Ha llegado Milo? –dijo él.
-No. Es extraño, él es puntual –dijo ella.
-Sí que lo es…
-Le he llamado, y no me lo coge.
-Eso es que se ha largado con otra –dijo él muy serio.
Ella no se rió. Su rostro cambió, como el de una niña que se siente atrapada por un miedo incomprensible.
-Era una broma, Rosita –dijo él quitando la máscara de seriedad de su rostro y acariciando el hombro de ella.
Ella siguió seria, frágil. Juanan se fijó en sus ojos. Estaban vidriosos, un atisbo de lágrima asomó en ellos. Pasaron unos instantes.
-Ya sabes como soy, si me mordiera la lengua, me envenenaría –se atrevió a decir el joven.
El tono jocoso de Juanan arrancó una leve sonrisa en Rosa, pero sólo fue un momento. Juanan supo que estaba a punto de llorar. Le ofreció un pañuelo de papel intentando rehacer los daños de otro más de sus poco meditados comentarios. Estaba acostumbrado y no se le daba mal dar consuelo a las personas que él mismo había dañado con sus bromas. Porque eran bromas pero la gente nunca lo entendía. Le culpaban a él de desilusionar, de quitar las ganas. “Las ganas no son una mochila que se quita y se pone”. Pero no siempre lo entendían. Y en realidad él si que tenía motivos para llorar. Pero no lo hacía, se reía de su situación. Así que ¿por qué no se reían los demás de las suyas? Desde que su novia le dejó nunca había conseguido entablar una relación seria. Pensaba que el amor era algo que no estaba destinado a él. “Con la de mujeres que hay por ahí, y la de cosas que me quedan por hacer”. Pero los domingos por la mañana echaba cuentas, y nunca recordaba con exactitud cuando habían sido sus últimas relaciones sexuales. Y sus amigas ya no le llamaban. Por la tarde, con el fútbol, estos pensamientos desaparecían como si nunca hubieran existido. Además estaba Milo, que seguía siendo su mejor amigo, y su nueva pareja era un encanto.
-Espérame dentro Juanan –dijo Rosa.
-¿Estás bien?-dijo él.
-Sí, pero quiero estar aquí un rato.
-¿Sóla?
-Sí, déjame cinco minutos. Ahora voy para adentro. Ve saludando a la gente.
-Vale, guapa…y perdóname –le dio un beso en la mejilla y se introdujo en la galería de arte.
Rosa salió y se apoyó en el mármol frío del céntrico edificio. Atardecía y se sentía extraña. Miró el reloj. En la calle había mucha gente, y miraba con distancia ansiando ver la figura de Milo, hasta que le dolieron los ojos. No quería entrar sin él. Aquello no tenía sentido sin él, la había animado a pintar todos los cuadros que estaban colgados en la galería. La había animado. Milo tenía que venir con una bolsa grande, con el cuadro que le había prometido que iba a colgar junto a la lámina que ella le regaló el día que se conocieron. Esa lámina ocupaba un sitio especial en la exposición. Y Milo le había prometido un cuadro parejo a ese, para realizar una especie de díptico. Pero ni rastro del pintor con su maletín. La calle era peatonal y ofrecía un bullicio de personas caminando. Vendedores de lotería, gitanas con manojos de romero, gente calmada, gente con prisas, jubilados solitarios, pandilleros sin trabajo, presumidos y altaneros, señoras con sus hijas o sus cuidadoras, parejas de policías, chicas jóvenes con sus novios, divorciados, separados, gente alegre o casi alegre, y gente triste con ansiedad por el temor a que sus miedos más terribles se hagan realidad.

4 comentarios:

  1. anonimo 128/5/09, 9:21

    Paco se te ha debido olvidar colgar la otra parte del relato, porque sino esto que has hecho no se entiende. Una cosa es dejar un final abierto y otra es dejarnos sin final. La historia iba bien, hasta que se te ocurrió meter las tijeras y dejarnos sin final.
    Otra cosita, hubiera sido interesante saber por que ella tenía esa obsesión por él
    Y por qué haces un salto tan grande desde que tienen la segunda cita hasta que ella lo está esperando en la galería para la exposición, parece que llevan ya mucho juntos y ya conoce bastante bien a Juanan, hubiera sido interesante saber algo de lo que pasó ese tiempo.

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  2. Hola Paco!!
    Me ha gustado un montón el relato. Creo que los personajes están perfectamente retratados con pocas palabras. Los ambientes muy bien descritos. Además has hecho una cosa super chula: el final y el principio son muy parecidos, descripciones de la calle con gente paseando de muy diverso tipo, lo único que los diferencia es que la sensación de desasosiego al comienzo la tiene Milo y al final Rosa. Esto le da una simetría al relato preciosa, lo cierra, lo finaliza.
    Buenísimo.
    Luego nos vemos!

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  3. Muy buenas, Anónimo 1 muchas gracias por el análisis. El fundamento de la obsesión de ella era admiración por un dibujante-pintor, su obra, y atracción física al trabajar en el mismo sitio. Pero puede q tengas razón, no ha quedado justificada correctamente. El salto temporal lo daba por justificado cuando veían la película última de un ciclo de E. Rohmer que empezó al principio del relato. Es un salto de un mes aproximadamente y el otro de un año, me parece que incluyo ese dato en el relato diciendo algo así como "el ultimo año ella realizó cuadros...". Y el final, el peso era la simetría con el comienzo, como dice Manuel. En fin muchas gracias a los dos, Manuel y Anónimo 1, tomo las notas para mejorarlo o para los próximos relatos. Un saludo (Manuel no pude ir el viernes, nos vemos el que viene)
    Paco.

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  4. Anonimo 1, acabo de leer mi relato otra vez y el final pretendía dejar a través de la frase del narrador "gente ansiosa esperando que sus miedos se hagan realidad" al lector con la misma sensación que tiene ella y la misma incógnita. Nosotros no sabemos si él volverá o no, ni ella tampoco. Además también quise transmitir que Juanan había sembrado una duda en el alma de Milo. Claro que son cosas que uno quiso transmitir, otra cosa es que lo consiguiera.
    ¡Un cordial saludo! Paco.

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