Gabriel García Márquez escribiendo "Cien años de soledad"

5/5/09

-Relato 5 de Manuel López

Mentirosos

Anteayer, domingo, Adrián sale de impar. Con una amiga y su novio. Están en el Albaicín, no en el mirador de San Nicolás que es donde quiere ir Sara, allí va mucha gente dice Adrián, sino en una plazoleta que hay un poco antes de llegar a él, una plazoleta que Adrián conoce. Desde allí hay las mismas vistas de la Alhambra que desde el mirador, pero mucha menos gente. Sólo algunos porretas y algunos guiris. A su rollo cada uno. Sara está fuera de Granada porque aquí no encontraba trabajo, y como tiene unos tíos en Barcelona con los que se lleva muy bien y como su novio es de Barcelona y como todas esas circunstancias se han dado a la vez, pues vive en Barcelona y viene de vez en cuando a ver a sus papis. Es domingo. A Adrián lo han pillado de sopetón y ha dicho que sí.
“¿Y qué? ¿Cómo va la casa?”
“Oh, muy bien. Pero ya sabes que esas cosas son lentas. La constructora piensa que dentro de 11 meses la tenemos”
“No es tanto, Sara”
“Ya, pero, con la prisa que tenemos, estamos con la cuenta atrás continuamente. Yo ya tengo visto el vestido de novia y me lo he estado probando y haciendo arreglos; Joan también, y el suyo no lo he visto, porque aunque lo que trae mala suerte es ver el de la novia… ¡yo tengo mucha ilusión en esta boda y quiero que sea sorpresa para mí también como va a ir vestido mi cari!”.- y vuelve su cara risueña a Joan que le devuelve una sonrisa con una caricia.
“Te entiendo, Sara”
“Pero lo principal es la casa, Adrián, lo principal es la casa. Es que es una cosa para toda la vida…, por un lado quiero que la terminen pronto y por otro quiero que se tomen su tiempo y lo hagan bien, ¡qué es para toda la vida, Adrián, imagínate!”
“Pero no os fiéis mucho de las constructoras, que luego siempre es más tiempo, eh?”
“Ya, ya lo sé. Pero es que el padre de Joan conoce al dueño, ¿sabes? Nosotros pensamos… tenemos esperanzas de que en 1 año sí la tendremos. Once meses, un año, catorce meses como mucho para tenerla amueblada y habitable. Estamos seguros de que sí. Y con una ilusión que te puedes imaginar. Deseando estamos, deseando. ¿Verdad, cari?”
“Ah, ¡si conocéis al dueño de la constructora entonces tenéis ventaja!”
Adrián mira un momento al suelo y luego a la Alhambra, después cambia la postura de las piernas. Joan fuma. Y saca los cigarrillos de una pitillera con sus iniciales que le regaló Sara. Desde la puesta de Sol a la derecha vienen nubes gordas y oscuras.
Joan y Sara se acarician; Joan pasa sus manos sobre los brazos de Sara, aproxima sus labios a su cuello y la besa, introduce su mano debajo de la camiseta y recorre la espalda de ella. Sara sigue hablando sobre sus planes de boda y de vivir juntos.
“¡Ah...! Y hemos encontrado..., ¿no te acuerdas que te comentamos que habíamos estado buscando muebles como los que vimos en Toledo?”
“No, ¿qué es eso de Toledo?”
“Sí. ¿Recuerdas que estuvimos en una casa rural en Toledo hace… antes de Semana Santa?”
“Sí, creo que me comentasteis algo”
“Pues nada, es que allí tenían unos muebles alucinantes; una especie de provenzal pero más elegantes. ¡Nos gustaron un montón! ¡¡Hasta le preguntamos a la dueña que dónde los había comprado!! ¡¡Pues Joan ha contactado con la empresa que los hace, que resulta que es de Cuidad Real y nos están haciendo los muebles!! Fíjate si son gente competente que uno de los encargados se desplazó hace poco hasta Barcelona para ver la casa, que ya tiene cerramientos hechos, y el ambiente, para hablar sobre el terreno, porque hacen los muebles personalizados, eso dicen, personalizados a cada vivienda. Nos han dado un presupuesto y no es muy alto, porque tampoco la cuestión está ahora para muchos gastos, pero preciosos, Adrián, preciosos, y para lo bonitos que son baratos; ideales, yo diría ideales. Es que Joan se mueve un montón, es un Sol, - y se vuelve y ambos se besan en los labios con pasión.- A mis padres también les gustaron mucho, porque nos llevaron catálogos para que viéramos cómo podían ser y yo le mandé uno. Mis padres es lo más delicado, que no pueden implicarse tanto en la casa como a mí me gustaría, y eso que cada dos o tres semanas cogen el avión a Barcelona, pero no es lo mismo que el día a día. Ay… Tenemos unas ganas de casarnos, Adrián… no te lo puedes ni imaginar”.- Sara y Joan se miran con gusto y se acarician. Se besan. Joan saca la pitillera y de ella extrae un cigarrillo. Se lo lleva a la boca. Guarda la pitillera y escarba en el bolsito que lleva colgado. La mano sale con un mechero entre los dedos, el mimo con el que enciende el cigarrillo. Expele humo por la boca. Forma una pequeñíta nube que se disipa absorbida por el aire. Las nubes están cada vez más cerca. Densas, oscuras. Aparece una leve brisa de tormenta.
“Claro que sí, Sara, claro. Oye, y qué bien, ¿no? La verdad es que os lo estáis currando, os va a quedar la casa preciosa y además muy a vuestro gusto…”, les decía Adrián. En esos momentos Joan acercó de nuevo sus labios a los de Sara y se besaron.
“¡Es que mi Joan...!”, y se besaron otra vez.
“Bueno, y a ti cómo te va por la guardería, ¿Adrián?”.- habla de nuevo Sara.
“Ah, pues bien...”
Las nubes se siguen acercando, y la puesta de Sol comienza a tener oquedades y oscuridades, luces y sombras intensas, algunos rayos salen como disparados hacia ellos.
“Bueno, me pasó el otro día una cosa...”
“¿Qué fue? Cuenta... La verdad es que yo me quedo flipada con las historias que me cuentas de allí, ¿eh?” Apenas sale luz de la puesta de sol.
“Pues nada. Sabéis que en mi clase hay un chaval con un poco de parálisis cerebral, ¿no? Es un niño súper afectivo. Muy bueno, muy tranquilito. Moisés se llama. Por las mañanas lo trae la madre. Que siempre me repite, Adrián, que tengas cuidado de él, que los niños son muy brutos... Y yo le digo que no se preocupe, y es verdad, es que los niños, al verlo disminuido lo tratan como a un niño pequeñito y cuidan de él”
“De verdad, ¿Adrián?”.- dice Sara y abre mucho los ojos.
“Sí, sí, de verdad y tienen tres años; fíjate que hasta se pelean por ayudarle a llevarlo al patio de la mano,... ¡con eso te digo todo...! Bueno, pues fijaros que esa mañana me trae la madre a Moisés y me dice: Adrián, si viniera algún hombre a recogerlo no se lo vayas a dar, ¿eh? Yo le dije que claro que no, pero eso siempre quiere decir algo, ¿sabes?; ¡¡algún mal rollo seguro que había por medio!!”
“Algo del padre o algo así, ¿no? ¡¡Qué fuerte...!!”
“Espera y verás. Pasan diez minutos y yo estaba allí, en la puerta de la clase atendiendo a las madres que llegaban con sus hijos y eso, ¿no? De pronto aparece en la puerta un tío más alto que yo, con un chaquetón como de piel marrón, gafas de sol negras que no se quitó y un sombrero de gánster de esos de ala ancha; gitano como Moisés y la madre...”
“Joder, ¡qué miedo ¿no?!”
“Yo acojonado, ¡con eso te digo todo! Coge y me pregunta a bocajarro: “¿Moisés Rodríguez Segura está aquí?”, “Sí”, “¿Dónde está?”, “Allí sentado. ¿Quién es usted?”, entonces se quitó las gafas y me dijo: “Su padre”, y se fue para Moisés. Serio, serio, con una cara de perro...”
“¡¡¿Y tu lo dejaste irse para allá?!!”
“Claro, ¡¡qué iba a hacer, era su padre!!”
“Y si lo coge y se lo lleva, ¿qué?”
“Pues eso es lo que yo pensaba, yo estaba cagado de miedo. Además, como ya me había avisado la madre, pues yo pensaba eso, que se lo iba a llevar o algo así. Pero es que yo no podía hacer nada... Bueno, localicé con la mirada a la psicóloga que estaba fuera de mi clase por allí y le hice señas para que se acercara. Le comenté un poco lo que pasaba y le dije que se quedara por allí por si había que avisar a la directora y el tío cogía y se llevaba al niño...”
“Y mientras ¿qué hacía el padre?”
“Pues nada, se había quitado el sombrero también y tenía la cabeza afeitada, y estaba en cuclillas al lado de Moisés cuchicheándole algo al oído. Moisés estaba contento y se reía. A los cinco minutos o así se incorporó y se vino para mí que seguía en la puerta de la clase. Entonces cambió como de tono, se puso muy amable. “¿Tu eres el maestro de Moisés?” “Sí” “Y, ¿Cómo se porta Moisés en clase?” “Ah, Moisés es un primor, más bueno y atento... Y los niños le quieren un montón, ¡siempre le están ayudando!”; entonces ya se destapó a hablarme: “Yo es que salí de la cárcel ayer con un permiso de 6 días. Moisés para mí es lo más importante. Yo lo quiero más que a nada. Mira que lo llevo en la cartera; a mi Moisés al lado de la Virgen. Pero la vida, lo que pasa,... No sabe usted lo contento que estoy de conocerle y lo agradecido por cuidar de él…”. Así estuvo hablándome un rato, me dio la mano muy efusivamente, se puso su sombrero y sus gafas y se fue. ¡No os podéis imaginar el rato que pasé! ¿eh? ¡Pero fuerte fuerte!”
“Joder, Adrián. Yo pensaba que se lo llevaba...”
“Y yo también. Pues luego por la tarde, cuando vino la madre a por Moi se lo comenté. Y la madre se explayó conmigo. Me comentaba que el padre está drogado perdido, y la verdad esa mañana yo lo había notado un poco zumbado; que le pegaba una palizas que no veas y que no sabía qué iba a hacer ahora que había salido de la cárcel unos días. Que posiblemente no trajera a Moi hasta que no volviera a ingresar el marido en la cárcel... Está pensando en irse a una casa de acogida o algo así... Muy fuerte.”
“La verdad es que te quedas pasmado. Y lo peor es el niño, ¿no? Porque con ese lío de padre y madre.”
“Y para postre disminuido.”
“La verdad es que eso no se sabe si es mejor o peor.”
“¿Por qué?”
“No, porque a veces, por ser disminuido tienes acceso a unos servicios que te pueden auxiliar en caso de abandono o malos tratos o, también puede ocurrir lo contrario, qué sé yo, que por ser disminuido tenga más dependencia de la madre y a la larga sea peor, nunca se sabe en estos temas. 0 que el padre o la madre quieran al niño por el dinero que se le da de pensión…”
“A mí lo que más me sorprende es la cercanía de esos casos, que el polígono, y en Barcelona pasa igual, hay lugares como el polígono aquí, está al lado de la capital y realmente es otro mundo.”
“Sara y yo lo comentábamos en el viaje de venida aquí. Cuando te enteras de esas historias, tu propia situación, lo que tu vives cambia de color. Es como si tomara otra perspectiva”.- habla por primera vez Joan.
“Es verdad.”- asiente Adrián mirando con atención a Joan a los ojos.
“Yo valoro mucho más todo lo que antes te hemos estado comentando. Le doy gracias a Dios por todo ello con más fuerza y lo disfruto y aprecio más. Somos unos privilegiados, lo somos…”.- fue entonces cuando la tormenta deja ver el primer relámpago y se oye a continuación un fuerte trueno. La lluvia comienza a caer interrumpiendo a Joan. La conversación termina abruptamente para dejar paso a la búsqueda de protección contra la lluvia.


Bueno, la verdad es que toda esta conversación no tiene lugar. Sólo se produce hasta ““Es que mi Joan...!”, y se besaron otra vez”.
Al rato, poco después de hablar más de su piso de Barcelona, de algunos pitillos sacados de la pitillera que Sara le regalara por su cumple y algunas muestras de amor, empieza a descargar la tormenta.
Adrián se va a casa andando aunque llueve. Pero se empeña Sara y cogen un taxi los tres.

Ahora, un año después, tras la ceremonia de la boda y del convite, Sara y Joan inauguran el baile con un vals. Los jóvenes se les van uniendo en parejas al baile. Adrián los observa desde una mesa junto a la que permanece sentado. No puede bailar, aún está convaleciente. Sonia, a su lado, mete la mano en el bolsillo de su chaqueta y extrae una pitillera que posee grabadas las iniciales de Adrián. Lo besa y luego le coloca en la boca el cigarrillo.

3 comentarios:

  1. Anónimo6/5/09, 2:55

    Has logrado trasportarme a aquella pequeña plaza que todos los granainos conocemos, sus olores, aquella visión...
    Yo compraría tus relatos.

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  2. Anónimo7/5/09, 8:08

    Muy bien ambientado, a mí no sólo me has evocado el lugar sino un periodo de mi vida, ya sabes tú. Creo que has logrado el ritmo perfecto para este relato mediante un diálogo sencillo pero ágil y directo, aunque no siempre es justificable anteponer el fondo a la forma. Ya te comentaré esto con más detenimiento en otro momento, si encarta.

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  3. ES un relato muy crítico. Aquí miente hasta el narrador. Pero esa mentira dice algo de los protagonistas, desvela algo de su idiosincrasia. Ese es un poco el juego psicológico del relato en el que se ven envueltos los personajes.
    Extremadas gracas por las críticas.
    YA hablaremos, no surrender.

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