Gabriel García Márquez escribiendo "Cien años de soledad"

7/5/09

-Relato 5 de Lucía García

-¡Ay, dios mío! Esto no puede estar pasando… ay el cuadro…- decía Mª Antonia lloriqueando

Los de la instalación de las placas solares sacaban los cuadros y la lámpara de la habitación de Isabel y Francisco.

- ¡Ay! ¡Qué desastre más grande por dios!- volvió a decir Mª Antonia- y… ¡0h! Rosarito ¡tú qué haces aquí! ¡ay, qué desastre!

Rosario llegaba subiendo las escaleras con los pantalones remangados cogiéndolos como con dos pinzas con las manos.

-¿Qué ha pasado? Me ha llamado la niña… que había una avería- dijo Rosario.

-Una avería… Ay, Rosarito, que ha explotado la placa solar y todo el agua se ha derramado- decía Mª Antonia dibujando una corriente con los brazos.

-¿Qué placa? Si mi hermano y mi cuñada no tienen placa…- decía Rosario al tiempo que se asomaba a mirar la habitación.

-Ya… la de mi hijo. Como dan pared con pared… ¡ay, qué mala suerte!... pero se ha venido todo el agua para acá.

Por las paredes de la habitación corrían hilos de agua transparente que seguían hasta deslizarse por el pasillo y las escaleras abajo hasta llegar a la calle donde se perdían. El techo chorreaba gotas enormes sin parar, que iban a caer sobre la cama de Isabel y Francisco.

-¿Cuándo ha pasado?- dijo Rosario

- Yo que sé… mi hijo la ha encontrado así. Ha llegado esta mañana con el escayolista y ha visto un reguero de agua salir por la puerta de la entrada y ha llamado a tu hermano pero no lo cogía… ¡ay, Rosarito! Y tu hermano en la playa desde ayer… ¡Qué mala suerte!

- Ya, si la niña me ha llamado porque tu hijo Fernando le había avisado de todo esto, y la pobre que no podía localizar a los padres porque… es que se han ido a pintar la azotea del chalet… y tenían el móvil en el salón…- dijo Rosario

- ¡Ay, Rosarito! Cuando Isabel vea esto…

-Ya está Mª Antonia… ha pasado, ahora hay que arreglarlo…

-Qué buena eres, Rosarito…

-Deja de llorar ya, mujer

- ¡Ay! ¡Fernando!- gritó Mª Antonia al ver a su hijo subir por las escaleras- ¡Ven, hombre! ¡Ay, que desastre!

Rosario comenzó a sacar todo lo que había sobre la mesa de peinar, las mesillas de noche y los llevó a otro cuarto que no había sufrido daño.

-Rosarito, “ía”, lo siento- dijo Fernando

-Hombre, tu no tienes la culpa. Ha pasado… habrá que arreglarlo- dijo Rosario

-Ya… pero cuando venga Isabel y Frasco… Ya los he localizado… ay- dijo Fernando

-Anda. Tranquiliza a tu madre que le va a dar algo- dijo Rosario

-¡Ay! Que vais a ser vecinos… y como se están estrenando. Venga problemas, venga dificultades… ¡ay, mi Fernando! Que yo no quiero llevarme mal con los vecinos… que sufro mucho…- decía Mª Antonia moviéndose de un lado a otro.

- Venga mamá. Que yo lo voy a pagar todo y ya está, hombre- dijo Fernando

En la puerta cada vez había más personas que se arremolinaban para ver lo que pasaba. El agua no dejaba de salir y corría calle abajo.

- ¿Qué ha pasado, Braulio?- dijo una vecina

-La placa solar… bueno el depósito de la placa que ha reventado y todo el agua ha caído para el tejado de Isabel y Frasquito… y se ha colado por los techos… está todo chorreando.

-¡Oy, oy! La pobre Isabel- dijo la vecina- ¿y dónde está ella?

-Por lo visto en la playa desde ayer. Por eso no se ha podido cortar esto antes. Pero creo que ya viene para acá… Fernandito los ha localizado ya.- dijo Braulio.

Mª Antonia salió con su hijo detrás.

-¡Ay, Braulio! Que nos vas a tener que hacer un favor- dijo Mª Antonia

-Que te vamos a traer la mesa de peinar y las mesillas para que se sequen en tu azotea- dijo Fernando

-… Bueno… sí. Venga, subidlas- dijo Braulio.

Mª Antonia enarbolaba los brazos lloriqueando entre los vecinos congregados. En ese momento, llegó un coche azul que aparcó sobre la acera. Bajaron Isabel y Francisco.

-¡Anda! ¡Hay que ver, hay que ver! Anda, anda… - decía Isabel, al bajarse del coche, al ver el agua corriendo desde su casa.- Desde que empezó la obra ¿eh, Fernando?- decía para sí.

-Venga, Isa.- dijo Francisco

- Ay, papi… una avería dice… el hijo p…- dijo Isabel

- Venga, Isa…- dijo Francisco

-¡Ay, Frasquito!... ¡Isabel!...- dijo Mª Antonia- ¡Ay, qué mala suerte!

Mª Antonia les siguió dentro de la casa. Francisco se arremangó los pantalones e Isabel se mojó los zapatos.

-¿Y tu hijo?- le dijo Francisco a Mª Antonia

- Ha ido a llevar la mesa de peinar de vuestro cuarto a la azotea de Braulio para que se seque- dijo Mª Antonia.

- ¿A casa de Braulio? Ay, con lo “saborío” que es… ¿ha querido?- dijo Isabel- y ¿por qué está mi mesa de peinar mojada?

- Niño- dijo Rosario

-Ay, “cucha”, niña… ¿Te has venido para acá?- dijo Francisco

-Sí. Me llamó la niña que no os podía localizar…- dijo Rosario

- Lucía ¿no? Ay…- dijo Isabel

-Ay, Isabel, se ha mojado toda la ropa del armario. Yo la estoy sacando y te las estoy tendiendo pero no cabe toda.

- A ver, anda- dijo Isabel- ¡Dejadme pasar, coño!

Isabel se abrió paso entre los instaladores de placas solares que invadían su casa.

-¡Ay, dios mío! A este Fernando lo mato yo, te digo que lo cuelgo de los hue…- dijo Isabel.

- Isabel, tranquila- dijo Rosario- Ya está, no nos vamos a enfadar que entonces es peor.

-Ya está Isa, lo arreglaremos. Él lo tendrá que pagar- dijo Francisco

-La puñetera obra…. Desde que empezó hace casi dos años ¡eh!... La obrita de la leche dando por saco ¡eh!- decía Isabel- La humedad de la pared, tenemos que quitar los toldos porque al señorito se le ha antojado tres plantas, se nos entrapa el caño… toda la casa echa una asco… ¡Vamos, vamos! El colmo. Un año sin dormir… martillazo para allá… y ahora esto…

-Isa- le susurra Francisco- Venga, anda…

-¡Que nos está lloviendo el cuarto!- dijo Isabel mojándose el pelo por las goteras.
- Niña, vete tú que tendrás trabajo ¿no? ¿No tienes entrevista?- le dijo Francisco a Rosario

-Sí, sí, me voy. Os llamo luego ¿eh?- dijo Rosario- Isa, tú tranquilita. Ya está, que esto se arregla. Venga, hasta luego.

Rosario se fue seguida por Mª Antonia.
En la calle todavía quedaban algunos curiosos.

- Ay, qué pena ¿verdad?- dijo una vecina a otra.

-Hombre… tampoco se ha perdido nada ¿no? Se arregla... arreglar, se arregla- dijo la otra.

-Cuando hay una “riá”… la lluvia no la controlamos pero esto…hay una culpable ¿no?- dijo la primera- yo soy ella y me entra unas ganas de cogerlo por ahí y mandarlo…

-Ay, mujer, qué exagerada- dijo la otra.

En la casa, Isabel intenta poner orden y Francisco mete alguna ropa en la secadora. Le suena el móvil.

-Dime, Lucía…no, tú te quedas con tus estudios allí… ¿qué vas a hacer aquí?- decía Francisco- Ayudar… ya mamá y yo lo arreglamos… venga… gracias preciosa.

- Ay, ay- masculló Isabel.

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