Gabriel García Márquez escribiendo "Cien años de soledad"

19/5/09

-Relato 4 de Guillermo Balbontin

TALLER DE LITERATURA 2009


RELATO 4 DE GUILLERMO BALBONTIN


Narrador externo omnisciente, relato de humor.


EN EL ASCENSOR


Natuca Figuerola Vázquez de Andrade odiaba las reuniones de los martes por varios motivos. Uno, porque la obligaban a soltar una pasta, dos, porque tenía que estrenar alguna ropa, tres, porque no podía soportar los aires de grandeza de la anfitriona y cuatro, porque la merienda la dejaba siempre muerta de hambre. Pero tenía que ir y demostrar su honda preocupación por la situación de la infancia en ciertos estados africanos. Se trataba en suma de una reunión con tintes benéficos en la que un grupo de damas adineradas daban lo mejor de sí mimas y, de paso, comentaban las andanzas de los famosos. Aquel Martes Natuca Figuerola Vázquez de Andrade estrenaba un precioso bolso de piel de cocodrilo que le había costado a su marido 1.500 euros y este hecho la había animado un poco.
Natuca Figuerola vázquez de Andrade permitió que Petra, la criada, le colocara el abrigo de marta cibelina sobre los hombros. Se arregló un poco el rubio flequillo y tras un fugaz pero experto vistazo al espejo comprobó que estaba guapísima, que a sus sesenta y un años era imposible estar mejor y, que aparte de un fastidioso dolor en una rodilla, se encontraba tan bien como una chica de 20. Natuca abandonó el dormitorio con aires de reina, emitió con voz cantarina un festivo “bye bye” a su marido que roncaba en el sofá y bajó en el ascensor privado hasta el garage en donde la esperaba Tony, 25 años, 1.80 de estatura, culturista, aspirante fracasado a modelo y en estos momentos chófer del Mercedes Classic 65 AMG, propiedad de los Figuerola.
Cada vez que Natuca viajaba en el Mercedes, se sentaba en el asiento posterior y fijaba su vista el el perfil y las manos de Tony y tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no abalanzarse sobre el muchacho. Natuca pensaba a veces que algún antepasado suyo debió ser antropófago.
La carrera duró tres cuartos de hora al cabo de la cuales Tony detuvo el coche frente al impresionante edificio donde se celebraba la reunión y ayudó a descender del vehículo a su dueña. Ësta, retuvo la mano de Tony en la suya al tiempo que le miraba arrobadamente preguntándose como un hombre podía tener esas pestañas tan largas. Con un suspiro pesaroso se soltó del chico y enfiló las escaleras que daban acceso al hall de mármoles rosados procurando menear las caderas armoniosamente pues adivinaba que Tony la observaba.
-Buenas tardes, doña Natuca- saludó un uniformado portero todo de azul con botonadura dorada y gorra de plato, mientras acompañaba a la mujer al ascensor.
-Buenas tardes, Nicolás. Hace una tarde preciosa.
-Así es, doña Natuca, invita a pasear por el parque, ¿verdad?
-Desde luego que si…¿Han llegado las demás?
-Están todas arriba, doña Natuca.
Natuca Figuerola Vázquez de Andrade disimuló un gesto de fastidio al tiempo que se abría la puerta del ascensor; se deslizó en su interior y pulsó el botón que decía “atico” pero en el momento en que las puertas se cerraban una figura femenina apareció en el hall corriendo y gritando:
-¡Un momento que voy parriba!.- De un salto efectuado con notable agilidad la mujer aterrizó en el cubículo que un segundo después emprendió su marcha ascendente. Se trataba de una chica de unos 30 años, muy llamativa provista de altísimos tacones y enfundada en un traje sastre de color marrón extremadamente ceñido que dejaba al descubierto buena parte de sus defensas. Su rostro mostraba toda la gama de colores existentes en la naturaleza: carmín en los labios, azul y violeta en párpados, negro en las pestañas y verde con motitas amarillas y pardas en las pupilas, pero a pesar de ello, aquel rostro resultaba agradable quizá porque las comisuras de los labios se elevaban y parecían sonreír. El pelo lo llevaba teñido de un rojo zanahoria, sin tapujos, horrible. Natuca Figuerola y Vázquez de Andrade le echó una despectiva mirada de arriba abajo mientras se preguntaba cómo podía una mujer exhibir semejante aspecto. “Debe ser puta”,pensó y muy satisfecha de sí misma miró el marcador de pisos que acababa de señalar el numero seis.
La muchacha del traje marrón observaba el abrigo de marta cibelina de Natuca Figuerola e intentaba adivinar cuánto podía haber costado semejante prenda, aunque en realidad era incapaz de distinguir una piel de otra En cuestión de pieles la chica solo estaba segura de de que una chaqueta regalo de su madre era de piel de conejo.
-Muy bonito el abrigo-dijo tratando de ser amable.
Natuca que no se esperaba el elogio dio un respingo.
-Gracias-contestó muy seca.
-Ojalá yo pudiera tener uno así, pero sólo tengo una chaqueta barata que me regaló mi madre
-Debemos conformarnos con lo que tenemos-sentenció solemne Natuca Figuerola.
-Eso es muy cierto, si, señora. La verdad es que yo no me quejo. Tengo bastante ropa que para eso trabajo como una mula.
Natuca disimuló su impaciencia. El marcador señalaba el piso 32 y ella no tenia la mas mínima intención de enterarse de la vida y milagros de la joven. Por eso permaneció callada. Pero en ese momento el ascensor dio una sacudida y se detuvo entre los pisos 39 y 40.
-¿Qué pasa?- preguntó Natuca alarmada.
-¡Bah! No se preocupe- dijo la otra- esto pasa casi todos los días a esta hora.Es por las obras de la calle, de vez en cuando hay un cortocircuito y se va la luz. En un par de minutos está arreglao.
-¿Todos los días dice usted? No lo entiendo. Este es un edificio de lujo.
-En toas partes cuecen habas, señora.No se asuste, ya verá lo pronto que lo arreglan.
Las dos permanecieron en silencio y las dos mirando el marcador. No se oía el mas mínimo ruido en el exterior y así pasaron muchos minutos. Natuca Figuerola presionaba una y otra vez el botón de alarma pero sin resultado y estaba empezando a ponerse nerviosa. Imaginaba que aquello pudiera desplomarse o que saliera ardiendo, en fin, cualquier barbaridad. En busca de consuelo se volvió hacia la muchacha de los altos tacones que en ese momento marcaba un número de teléfono en su móvil. Antes de que Natuca pudiera decir nada, la muchacha le dio la espalda y empezó a hablar.
-Natacha, que me he quedao otra vez entre dos pisos, así que hacedme el favor de esperar que esto no puede tardar mucho y sobre todo no dejes que Manolo se ponga a beber que lo quiero fresco y despejado ¿entiendes?...¿Esta ahí el rey Midas? Estupendo, a ése tenemos que secarle los hígados pero déjamelo a mí, encanto, que la última vez se me quedó dormido a la primera embestida. No seas mamona y compórtate. –una pequeña pausa, y: -bueno, hasta ahorita. Adios.
Cuando la muchacha se volvió tras guardar el móvil en su bolso comprobó que Natuca Figuerola la miraba como quién contempla a un elefante tocando el piano. Aquella mirada trufada de asombro y de reprobación la ofendió y la chica protestó airada.
-¿Por qué coño me mira así? Yo me gano la vida como puedo ¿lo sabes usted?
-¡Yo no he dicho nada!- exclamó Natuca Figuerola un poco asustada.
-Pero hay miradas que lo dicen todo…Claro, no hay mas que verla como va vestida p,adivinar que usted nació con una cuchara de plata en la boca mientras que mi madre se ganaba la vida limpiando escaleras y escondiéndose de mi padre que la mataba a palos.
-Siento que su vida...-dijo Natuca Figuerola un tanto apurada.
-Usted que va sentir. Ustedes los ricos no tienen ni idea de lo que hacen los pobres pa sobrevivir. Los pobres…-se interrumpió al comprender lo absurdo de aquella discusión- pero bueno, dejemos este asunto porque no vamos a arreglar na de na; usted seguro que va de merienda y yo a ganarme la vida de puta.
Natuca Figuerola y Vazquez de Andrade miró con curiosidad a la muchacha y se imaginó a sí misma vestida con aquel ceñido traje, aquellos taconazos y medio pecho al aire y quedó sorprendida al sentir placer ante la idea. Soñó que caminaba por la calle contoneándose ostensiblemente, provocativa y provocadora, como la Sofia loren de las películas neorrealistas o como la refinada e inmoral Belle de Jour aquel film de Buñuel tan prohibido. Bella de dia pero bella y deseada por los hombres, no para competir con las cuatro carcamales del ático. Bella para tener una aventura en un avión o en un crucero y bella para engañar de una vez por todas al imbécil de su marido que llevaba años pegándosela con una secretaria. Si, decididamente, deseaba convertirse en Belle de Jouir y acudir a citas prohibidas en su Mercedes Classic que conduciría un Tony completamente desnudo.
-¿Cómo se llama usted?- preguntó a la muchacha con un leve temblor en la voz y un tic nervioso en una ceja.
-Salomé-contestó la chica- pero en verdad Trinidad López López. En el barrio soy la trini.
-¿Quién es ese Rey Midas que ha nombrado antes?
-¡uy! Un tipo importante, muy conocido. No le voy a decir mas.
-Lo comprendo y Manolo ¿es su novio?
-Si, es mi hombre, lo mas guapo que ha creado Dios sobre la tierra.
-Cuénteme si no le importa lo que hacen…verá yo soy muy beata ¿sabe?
-Pues usted perdone, pero me sabe de lo mas raro que se quiera usted enterar de ese tipo de cosas.
-Le digo que siento una gran curiosidad. Mi vida ha estado siempre marcada por la religión y el temor de Dios. Mire, sin ir mas lejos voy al ático a una reunión con otras señoras como yo para organizar actos benéficos. Y por lo demás, llevo mi casa, mis labores, atiendo a mi esposo con el que voy al teatro de vez en cuando y poca cosa mas.Una vida sosa y aburrid; a veces, mis amigos comentan ciertas cosas y yo nunca entiendo nada ¿me comprende usted?
-Pues hija, parecía usted una mujer de mundo.
-Pues ya ves, Tri…Salomé, tontita del todo.
-Bueno, pues le cuento. Esto lo organiza el rey Midas por lo menos dos veces a la semana; somos cuatro, Manolo y yo, él y mi amiga Natacha que se llama así porque es rusa, de Moscú. La cosa es muy simple; primero follamos yo y Manolo mientras el rey Midas y Natacha…se hacen arrumacos, es por decirlo elegantemente ¿sabe? Bueno, después se lía el rey Midas conmigo y con Natacha; mi manolo mira porque yo no le consiento que le ponga una mano encima a otra tía, después nos liamos Natacha y yo y la traca final es cuando el rey Midas se lo monta con mi Manolo que a veces, maldita sea, me da a mi la impresión de que tiene un ramalazo gay de mucho cuidado por los gritos que pega cuando el otro se la mete. El me dice que no, que chilla pa disimular pero no sé que decirle… También organizamos numeritos como por ejemplo, lo de los vasos comunicantes
-¿Los vasos comunicantes?
-Si.Nos enchufamos unos con otros con una sonda hipertrófica y damos vueltas por el salón bailando la conga.Nos ponemos cachondísimos. También hacemos el número filipino pero ése es peligroso porque hay que hacerlo en lo alto del armario.
-¡Oh, Dios mío!
-Lo pasamos divinamente y al final, el rey Midas nos da mil euros a cada uno y hasta la próxima..
A medida que Salomé se explicaba, Natuca Figuerola y Vázquez de Andrade se había ido poniendo colorada como un tomate.Poseía una fértil imaginación y en su mente, la secuencia protagonizada por los cuatro personajes se había recreado en imágnes nítidas y hasta con música de fondo. Vió con claridad los cuerpos desnudos y sudorosos, escuchó los gritos de placer, los jadeos, los suspiros o los sollozos y llegó un momento en que creyó que sus piernas no la sostenían.
-Dime Salomé- dijo con voz apremiante- ¿Admitirían tus amigos a otra persona?
Salomé abrió los ojos desmesuradamente.
-¿Cómo?
-Que si admitirían…que si puedo ir yo, vamos.
-¿Usted?
-Si, ya te he dicho que necesito conocer nuevas experiencias.
-Tendría que consultárselo al rey Midas.
-Pues hazlo por favor.
Salomé sacó el móvil del bolso en el preciso instante en que el ascensor se puso en movimiento.Ambas mujeres suspiraron. Salomé hizo la consulta y colgó.
-No hay problema. Dice que encantado.
Natuca Figuerola Vazquez de Andrade sacó su móvil del bolso de piel de cocodrilo y marco un número. Dirigiéndose a Salomé pregunto:
-¿Qué piso es?
-El 98 derecha.
El marcador señalaba el piso ochenta. Al otro lado del móvil sonó una voz masculina.
-¿Tony? Soy yo, entra en la casa y sube al 98 derecha ¡ah! Y no hace falta que te pongas la gorra.

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