Gabriel García Márquez escribiendo "Cien años de soledad"

27/5/09

RELATO 7 de Elena Pentinel de la Chica

BODAS DE ORO
Miraba al horizonte, el pequeño promontorio que surgía del mar,bajo la luz del sol que caía verticalmente sobre su cabeza. Era la hora del mediodía y Felipe intentaba acomodarse en la tumbona de popa, colocar su cuaderno de notas, el periódico, un par de libros voluminosos que últimamente siempre llevaba consigo y laboriosamente , contra la fuerte brisa marina que le azotaba el pelo y la camisa, ponía orden para procurar trabajar un rato en aquel rincón contra el bullicio de cubierta. Miraba sobre las cabezas que pasaban incesantemente delante de él, impidiéndole concentrarse en la visión del mar. Pasó una niña rubia y pecosa que le miró risueñamente y le mostró su helado goteante de fresa. Pasó una señora gorda en traje de baño con la piel embadurnada de crema bronceadora y una enorme bolsa de playa. Pasaron corriendo dos niños con la piel roja del sol, jugando a perseguirse por entre las hamacas. Pasó también por delante una chica esmirriada con andares irresolutos y piernas torcidas que miraba obstinadamente hacia abajo y le observó tímidamente de reojo. Apartó la vista del frente e intentó sumergirse en la lectura de uno de sus tomos, arrojando en la mesilla auxiliar el cuaderno de notas con desdén e indolencia. Notó que alguien se arrellanaba en la tumbona contigua y se volvió un poco más hacia el lado contrario.
-Qué vista más maravillosa tenemos desde aquí. A mí también me gusta esconderme en lugares apartados del jaleo, es insoportable el ruido de los críos en la piscina, por no hablar del griterío de los bares. He pedido al camarero de aquella barra que me acerque el cóctel aquí, si es tan amable, porque me siento un poco mareada con este solazo y el viento de cara... ahí viene ya, qué servicial. Muchas gracias, joven. Seguramente al señor también le apetecerá tomar algo, ¿no?
-Pues...no, bueno algo, sí. Póngame un gintonic, muy frío.
-¿Será usted tan amable de acercárselo también aquí al señor? Se trata de un joven intelectual, ¿no le ve aquí rodeado de libros y papeles? Gracias, eres un encanto. ¿Verdad que es usted escritor o artista o algo así? Le vengo observando desde hace un rato desde la barra de enfrente y me dio la impresión de que intentaba escribir o pensar algo realmente profundo...
-Bueno, no exactamente. Es decir, sí, algo escribo, pero no se trata de nada profundo como usted dice, sólo unos apuntes... Intentaba concentrarme en...bueno, es sólo un artículo de opinión.
-Pobrecillo, aquí con este jaleo cómo va a poder dedicarse a realizar una gran obra, un gran artículo, seguro. ¿De qué trata, si no es imprudente de mi parte?
-No, por favor. Aún no lo sé. Creo que algo sobre las relaciones en la sociedad actual, las relaciones de pareja, o más o menos...
-Ahora se quedará usted más tranquilo, cuando arribemos a la isla para la excursión. Todos se bajan como locos porque hay mucho que ver antes del almuerzo y casi no da tiempo de hacer ni fotos. Yo llevo mi cámara, que me regaló mi hijo mayor, pero la verdad es que no sé muy bien cómo funciona. Dándole a este botón y ya está me parece, pero bueno, es que no estoy muy bien de la vista, qué pena la edad.
-Si quiere yo le explico cómo funciona, aunque tampoco es que esto sea lo mío, ¿Va usted a bajar a la visita? Será una bonita excursión para hacer fotos.
-Pues no sé qué decirle, casi me resulta más interesante estar aquí relajada, conversando con un gran talento.
-Por favor...
-No sea modesto, seguro que tiene entre manos algo tremendamente...Ah, aquí viene el chico con su bebida. Eres un encanto, gracias.
-Gracias, dijo Felipe, mientras se rebuscaba en los bolsillos algo de propina.
-Tenga usted cuidado, este viento... se le vuelan esos papeles, por Dios, no vaya a ser que se le pierda algún manuscrito, señor...
-Felipe, mi nombre es Felipe Montero, señora. ¿Y usted?
-Felipe Montero, quizá me suena, bueno, no sé, claro, yo no es que lea mucho. Hago lo que puedo, con las tareas de la casa, las comidas, los nietos que vienen al mediodía, no sé cómo se las apañarán estos días sin mí, pero... Ah, sí, yo soy Dolores Montilla, pero llámeme Lolita, todos me llaman así, desde que era una niña, hace ya tanto tiempo de eso...
-¿Tiene usted nietos? Qué bien, está usted entretenida...- Felipe miraba ansiosamente hacia la isla cercana.
-Siete nietos nada menos. Bueno le miento, algo sí que leo. Me encantan las novelas de Antonio Gala, es tan sensible y tan... conoce tan bien a las mujeres y a las mujeres de edad no le digo, para él no somos sólo amas de casa y abuelitas... Tómese el gin, don Felipe, que se le derrite el hielo. ¡Cuánto tiempo hará que yo no tomo nada de alcohol! Este cóctel es sin ¿sabe?, es por los dolores de cabeza, me tomo cualquier cosita, un poco de moscatel en las reuniones con mis hijos y, zas, ya está, dos días con terribles jaquecas. Es que ni la cerveza sin alcohol me sienta, algo de alcohol debe de tener, digo yo, porque si no... Ahora, cuando era joven, me tomaba mis cañitas con mi novio después del paseo. ¿Tiene usted novia? Claro, tan joven que es y tan listo seguro que tiene donde elegir ¿eh?
-Pues no, en este momento, casi prefiero estar solo, exclamó con pesadumbre.
-Por Dios, no diga usted eso. Un hombre atractivo como usted y con su preparación tiene que tener una buena mujer detrás que le ayude, que le pase sus escritos, por ejemplo, o que le acompañe a los museos y los viajes y esas cosas. Yo siempre estuve al lado de mi marido. Cincuenta años, fíjese, cualquier cosa. Bodas de oro y todo. Mis hijos nos regalaron el viaje, lo prepararon todo para darnos una sorpresa, ya ve. A veces ser madre tiene sus compensaciones, después de tanta lucha. Cuatro hijos y sin ayuda. Que ahora, mis hijas que si la mujer de la limpieza, que si la guardería, que si la canguro para ir al cine o a cenar, o si no, para eso estamos los abuelos. Eso sí que es vida, y no la nuestra. Desde joven trabajando en casa como una mula para sacar cuatro hijos adelante. ¡Niños, cuidado con la pelota, caramba, que molestáis a este señor que intenta leer! Bueno, mi marido no es que estuviera mal situado, que él bien que estaba reconocido en su empresa...
-¿En qué trabaja su marido?, dijo Felipe, cerrando definitivamente el tomo de relatos de Henry James.
-Claro, eran otros tiempos y era difícil salir adelante. En la oficina. Él llevaba los papeleos en su empresa. Una gran empresa. Pero se le metió entre ceja y ceja prejubilarse, aunque yo no quería. Yo sabía que estaría peor desocupado, para, ya sabe, los hombres, cuando creen que tienen la razón y eso es casi siempre... Bueno, usted parece distinto, seguro que será considerado con su novia y comentarán todas las decisiones...
-Ya le dije que no tenía novia. Voy a buscar otro gin-tonic, este se ha calentado demasiado...
-Ah, es verdad, pues debería, don Felipe. No, por favor, no se levante, usted no pierda la concentración, para eso tenemos a ese chico tan amable. ¡Camarero! ¡Camarero, por favor, venga aquí!, dijo la mujer, mientras agitaba ostentosamente el brazo en dirección a la barra del bar.
-¡Uy, se me vuela hasta el sombrero!, se agarraba con el brazo el gran sombrero deshilachado de paja. –¡Maldita pelota!, ¡niños, largo de aquí!
-No se preocupe, por favor.
-No, mire, si ya viene. Traiga otro de lo mismo para el señor escritor. Es un gran escritor aquí el joven ¿sabías? – El chico sonrió mirando hacia abajo mientras retiraba los vasos de la mesilla-. A mí tráigame lo mismo que a él. Un día es un día. Luego me tomaré dos aspirinas y listo. No todos los días conversa una con un intelectual.
-Pues, como le decía, eran otros tiempos. Las mujeres entonces nos casábamos para toda la vida. Y, por supuesto, al matrimonio, vírgenes, perdón por ser tan clara. Pero es que ahora... Mi propia hija pequeña. Me avergüenza decirlo, pero ya tenemos confianza... se separó. Como lo oye, para mi marido y para mí un golpe. Toda la vida luchando y a la vejez tenemos que apechar con esto.
-Bueno, no se preocupe, es algo habitual hoy...
-Todavía no me lo creo. ¿Y sabe que me dijo? Que ni peleas ni nada, ni que él le fuera infiel ni nada de eso, sino que ya no sentían amor...Habráse visto semejante tontería. Qué amor ni qué niño muerto. Es que no tienen la cabeza en su sitio, de tanto estudio y tanta novela, con perdón, yo no digo que usted sea un irresponsable. Seguro que usted nunca se divorciaría, con esa cara de niño bueno y formal que usted tiene. Pero digo yo que qué tiene que ver el amor en esto. Si te casas te casas y hay que pensar en los hijos y no en fantasías de películas. Esta hija mía siempre fue un poco rebelde y “soñadora”, en fin, un trasto. Y ahora esos niños sin padre y ella trabajando y dice que tiene que hacer su vida. Su vida debería ser su casa y sus hijos, que para eso los tuvo. Irresponsables, eso es lo que son. Uhmm, está buena esta bebida, me voy a poner un poco alegre, y luego me voy de la lengua, que yo soy más bien charlatana. Gracias, camarero. ¿Podría traernos algo de picar?
-Ya hemos llegado a puerto. ¿No va a bajar usted? Parece que hay unas vistas estupendas para hacer fotos, así prueba usted su cámara – Felipe se limpiaba el sudor que le bañaba la frente y el cuello con un pañuelo blanco.
-¿Bajar, para qué? Con lo a gusto que estamos aquí charlando de esto y de lo otro. Habrá más excursiones y podremos bajar juntos otro día que no haga tanto calor. ¿Pero, cómo es que viaja usted en este crucero, tan solo? La verdad es que es lo nunca visto en lujo. Con sus camarotes, su discoteca, las piscinas, los cócteles. Y el servicio, excelente el servicio.
-Me invitaron unos amigos. Tenían dos billetes para el viaje y tuvieron problemas, no iban a poder venir, así que pensaron en mí. Ya ve. A ver si tenia tiempo de relajarme y trabajar algo visitando el Mediterráneo...
-Seguro que sí. Esto inspira a cualquiera. Esos son buenos amigos, ¿no se habrán separado, verdad? Es una pena que se pierdan este crucero. Yo, que no he viajado mucho en mi vida, quitando el viaje de novios a Cáceres y a Madrid, para ver a la familia de mi marido. Y los veraneos en la playa, con la familia. Qué tiempos, entonces no se viajaba tanto. Quién se iba a imaginar a Lolita, a sus setenta años, celebrando sus bodas de oro por el mar. Porque para llevar cincuenta años de matrimonio hay que saber aguantar mucho, no se crea.
-Ya imagino, musitó Felipe.
-Mi marido, un bendito, pero con su genio. Y ... guárdeme el secreto, creo que un poco mujeriego. Pero conmigo siempre cumplió. Un hombre de pies a cabeza. Todavía me escandalizo cuando recuerdo mi noche de bodas. Una era tan jovencita y tan inexperta. Tuve que levantarme de madrugada a freírle unos huevos con chorizo para que repusiera fuerzas. Qué tiempos. Mire, ya bajan. Hay que ver la que se forma con tanta gente. No me extraña que no le dejen concentrarse, con ese jaleo. Es que ahora viaja cualquiera.
-Sí, es difícil concentrarse a veces. De todas formas, hoy no es un buen día,-dijo él con pesadumbre.
-Y es que ahora las mujeres son tan delicadas. Con lo que yo tuve que vivir. Durante un tiempo, cuando los niños eran pequeños, él casi no paraba en la casa. Todo el trabajo para mí, ¿y me quejé alguna vez? Yo sabía que andaba por ahí enredado con alguna, pero ¿y qué? ¿qué íbamos a hacer? Los hombres muy viriles tienen esas cosas, pero el matrimonio tiene sus compensaciones. ¿Me iba a poner yo a trabajar? ¿De qué? Si yo, ni preparación ni nada. Me educaron para ser una buena ama de casa y una buena madre y sabe Dios que siempre lo fui. Lo demás se pasa y luego queda la satisfacción de una familia unida, de unos hijos bien criados ¿no cree?
-Claro, me imagino que luchó usted mucho por su matrimonio.
- Lo normal entonces. Y no es que me hiciera gracia saber de dónde venía cuando yo me hacía la dormida en la cama y él se metía sin hacer ruido. Pero lo que sí me reventaba era lo de las vacaciones. Que aunque disimulara yo lo sabía. Que se la llevaba también a ella a la playa. Unas calles más abajo de nuestra casa de alquiler. Pero es que los niños necesitan ir al mar, tomar el sol y eso les mantiene la salud para todo el año, ¿sabía? –La mujer se quedó mirando pensativamente hacia la isla. Le temblaban levemente las arrugas bajo las bolsas de los ojos. Lanzó un lento suspiro.
-¿Se encuentra bien? Estoy pensando que quizá fuera buena idea dar una vuelta por la isla, para pisar tierra firme, al menos y estirar las piernas. ¿Su marido no querrá pasear y bañarse en la playa?
-Está bien, vámonos. Recoja todas sus cosas, yo le ayudo, déme los libros. Será un honor pasear con un gran escritor, si no le importa nos podrán hacer una foto juntos y me la dedica. Se la enseñaré a mis amigas, no se lo van a creer. Aunque ellas no es que sepan mucho de libros y eso, pero ya yo les contaré quién es usted. Tenemos muchos días para conocernos y me podrá dejar leer alguno de sus poemas, si no le importa, claro. A mí de siempre me ha gustado la poesía, pero es que con tanto trabajo en casa apenas tengo tiempo de leer y para un rato que tiene una, pues se entretiene con la tele. Eso sí, sólo ponen porquerías. Seguro que usted no ve esas cosas tan tontas.
-Bueno, alguna vez, no hay mucho donde elegir, dijo Felipe, y recogía pesadamente sus cosas, tratando de incorporarse. El sudor le empapaba la camisa. Vaya a buscar a su marido, andará preguntándose por usted.
-¡Oh!¿No le he dicho? Mi marido lamentablemente falleció hace un mes. Con todos los preparativos hechos, los billetes, los gastos, menudo disgusto. No era cuestión de desaprovechar esta oportunidad. Mis hijos me animaron, “anda, mamá, te servirá de distracción”, y yo, ¿qué iba a hacer? Pues me vine a celebrar mis bodas de oro, porque cincuenta años de matrimonio no los cumple todo el mundo, no se crea. Pobre Galo, si supiera lo que se está perdiendo. Vamos, dejemos todo esto en su camarote y bajemos a almorzar. Si quiere después le cuento sobre mi marido, un gran hombre, como usted, sí señor.­­

1 comentario:

  1. Anónimo1/6/09, 4:52

    Es genial, muy ocurrente y vivaz. Lo que no has conseguido en otros relatos mas intimistas lo haces en este.
    El traslado del protagonismo del relato que deriva desde el escritora la mujer avasalladora está muy conseguido.
    Y el final es estupendo...

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