Gabriel García Márquez escribiendo "Cien años de soledad"

4/5/09

-Relato 4 de María Perea Mediavilla

UN CALVO CON DIGNIDAD

>>Si puedes raparte la cabeza y parecer un madurito sexy o, al menos, ser un calvo con dignidad, ¿por qué prefieres dejarte la cortinilla y peinarte esos cuatro pelos que te quedan con fijador?-las palabras de su ex mujer aún resuenan en su cabeza cada mañana, cayendo como un peso muerto sobre su autoestima. Ya ni recuerda cuántos amaneceres ha encontrado en ese recuerdo su única compañía.
-Si no estoy nada mal, ¿verdad?.-Miente a su reflejo, de mofletes golosos y tez rosada, apartando la vista antes de recibir el más mínimo feedback. Se lava la cara con agua fría y algo de jabón para prevenir esa nariz aceitosa heredada de algún antepasado por parte de padre. Se seca y coloca la toalla lo más extendida posible sobre la barra de acero, dejando por cada lado exactamente el cincuenta por ciento de su longitud. Abre el mueble romi, saca todos los artilugios imprescindibles para dejar impecable su look y los dispone sobre el estante de cristal-Vamos al lío, ¡hoy lo vas a conseguir!.-Saca pecho y levanta la cabeza, pero se deshincha en cuanto oye el estruendo del timbre, interrumpiendo su ritual matutino-¿Quién es?-susurra tan flojo que ni siquiera se oye a sí mismo, y el timbre no cesa en su eterna agonía por meterse en sus oídos y reventarle los tímpanos-¡Ya vooooy!-Se dispone a acabar de una vez por todas con esa tortura cuando se ve de refilón en el espejo de la entrada-¡Dioooosss!-Se coloca la primera gorra que encuentra en el perchero y abre la puerta de una vez por todas. Ahoga en un segundo la maraña de insultos, que se le acaba atragantando, y no puede más que tragar saliva al ver quién está plantado en el umbral.
-¿Así es cómo le das la bienvenida a tu padre?.-Se cuela en la casa-Mete esas maletas en cuanto puedas que con esta artrosis me ha dicho el médico que no haga esfuerzos. ¡Y rapidito, que este barrio tuyo no me da buena espina!. No hay más que ver esos chiquillos de la esquina, que no me quitaban ojo de encima los muy…-Pero su hijo se queda apenas sin aliento, con las fuerzas justas para no caerse de culo de la impresión-¡Y quítate esa gorra, por amor de Dios! ¿Es que me quieres matar de un disgusto? ¡Ya sé por qué te ha abandonado tu mujer!.
Siente cómo el mundo se para bajo sus pies, y se abre un abismo que le invita a zambullirse en él ipso facto.
-Buenos días, don Severiano.-Un ángel pasea a un enorme perro, que le gruñe receloso como el mismo Cancerbero. La chica, de pelo dorado y piel de porcelana le dedica una sonrisa. Por unanimidad del vecindario masculino, merecería un monumento en la plaza del barrio.
-Bu… buenos días, vecina.-Pronuncia torpemente, levantando el brazo y girando la mano en un saludo monárquico. Se percata de que tres enormes maletas le esperan perezosas-¡Papá! ¿Cuánto piensas quedarte?-Se gira, cargado como una mula y se sobresalta al ver a su padre a escasos centímetros. Se sucede un segundo respingo al descubrir su reflejo enchaquetado y con un gorra de la Barbie, de un rosa tan intenso que daña la vista. Cargado y todo, se la quita con una habilidad pasmosa-Es de…
-Está muy buena, ¿eh? ¿Te la has tirado ya?-Se rasca la frente, surcada por dos profundas zanjas.
-¡Pero si podría ser mi hija!-Se mueve torpemente por el estrecho pasillo para llegar al salón, aunque no sería tan estrecho si no llevara a rastras tres baúles de la Piqué.
-¡Pero no lo es! Y como no te des prisa, no te prometo nada, ¿eh?-Se dirige al cuarto de baño-Voy a orinar que con tanto traqueteo del tren traigo la vejiga fatal, y en esos servicios como para acertar.
-Espera que recoja…-Al ver la espalda algo encorvada de su padre, reza en silencio para que no descubra los restos de su ritual “interruptus”.
-Mi colega, el Justo, me dijo que entró en uno de esos,-comienza su tarea dejando la puerta entreabierta, sin percibir que su hijo está a punto de arrancarse los cuatro pelos que le quedan-y entre lo pequeño que era y el meneíto que tenía aquello, el tren, se entiende, Dios sabe cómo perdió el equilibrio y se cayó, meándose en lo alto. Aunque claro… el Justo también tiene lo suyo.-Al lavarse las manos, ve los potingues y los peines de diferentes tamaños sobre la repisa de cristal.
-¿Qué demonios…?-Apresuradamente, se seca en la toalla, que acaba resbalando y cayéndose al suelo, donde queda abandonada-¿Desde cuándo te has vuelto sarasa?-Sale del aseo con un gel fijador que tiene una etiqueta azul que indica que es “para cabellos sensibles”.
-Es que… me lo recomendó la chica del supermercado.-Se sonroja y siente unas gotas de sudor en su cuello. Se afloja un poco la corbata, que le aprieta como una soga.
-¿Y crees que así te la vas a tirar? Si te recomienda esa ñoñería es para comprobar si eres de esta acera o de la otra. Tendrías que haberle pedido “extra fuerte”, como los tíos en condiciones-Mueve la cabeza repetidamente de izquierda a derecha- Menos mal que ha llegado tu padre para indicarte el camino que, como dice el Sebastián en sus sermones, nunca es demasiado tarde para reconducirse.-Se sienta y se descalza, mandando cada zapato a una punta de aquella habitación, y apoya sus calcetines ennegrecidos sobre la tapicería del sofá.
-Mira, no tengo tiempo, tengo que terminar de arreglarme.-Le arrebata a su padre el gel fijador como una niña indignada porque su hermano menor ha leído su diario.-Ya luego me cuentas qué haces por aquí y hasta cuándo piensas quedarte.
-¿Acabo de llegar y ya me estás echando?-Hace ademán de levantarse.
-No, no es eso.-Su padre se recoloca, y pone un cojín bajo sus riñones-Aunque si me hubieras avisado, al menos, podría haber ido a recogerte a la estación.-Se excusa, cruzado de brazos en un gesto más de resignación que de resistencia.
-Si te hubiera llamado antes, me habrías puesto cualquier excusa sobre lo ocupado que estás y lo poco que puedes atenderme-le reprocha.
-Pero es que estoy muy ocupado-se defiende.
-¿Y qué haces en tu casa un lunes a las diez de la mañana?.
-¿Ya son las diez? ¡Dios! Tengo una entrevista en la otra punta de la ciudad en media hora y mira cómo estoy por tu culpa.
-¿Una entrevista de qué, “señor director de nosecuánto”?-Le escruta su padre, con esos ojos castaños clavados en su pupila como dos alfileres.
-Una… una… Una reunión importantísima sobre… esto… una posible fusión con una multinacional sueca que…-Su mente se mueve a un ritmo tan vertiginoso que siente que el salón entero se mueve a su alrededor.
-Qué…-Se encoge de hombros, indiferente.
-Qué… ¿Qué te voy a contar si no tienes ni idea? Me arreglo y me voy, ¡que no llego!


Una vez solo en esa casa tan pequeña, el viejo respira aliviado, aunque se siente como un ratoncito en una caja de zapatos. Se permite el lujo de curiosear los pocos metros cuadrados que, espera, le darán cobijo durante un tiempo muy, muy lago, aunque su hijo todavía no lo sepa. Se dirige a la cocina, siguiendo las indicaciones de los rugidos de su estómago.
-A ver qué hay por aquí.-Abre la nevera, en la que resuena el eco de su asombro.
Una caja del Telepizza, algunos tuperwares con comida china y tres latas de cerveza sin alcohol le dan la bienvenida. Cierra la puerta y abre una a una las de los poco muebles de quinta mano, por lo menos. Están tan ajados que teme quedarse con algún picaporte en la mano si tira un poco fuerte. Una caja de cereales integrales, un brick de leche sin lactosa, dos platos, dos vasos y dos tenedores comprenden el resto del inventario. El hambre queda en segundo plano, mientras su curiosidad coge protagonismo. Seguido por el antojo de sus pies descalzos, llega hasta el único dormitorio: un cuchitril con una cama de noventa, una mesa de ordenador (sin ordenador) y una silla de estudio reciclada. Se sienta en el filo de la cama, perfectamente cubierta, sin una sola arruga, con una colcha enguatada de color ocre.
-Esto va a ser más difícil de lo que pensaba-resopla, sintiéndose tan achicopalado que siente que ni los pies le llegan al suelo. Piensa que va a tener que poner algo de su parte y, en un instante, una idea un tanto absurda surca su mente.


-Muchas gracias, Severiano, eso es todo. Ya le llamaremos.-El hombre del traje gris con rayas celestes se pone en pie y le tiende la mano, con una sonrisa afable.
-Gracias.-Se limita a decir, sintiendo la presión de la mano de ese hombre, que acorrala la suya. Le impresiona ese porte tan decidido pero, ante todo, sabe que la imagen de esa calva tan reluciente le acompañará durante sus noches de insomnio.
Sale del despacho, con el alma en vilo, y se cruza con media decena de jóvenes que esperan su turno. Ninguno de ellos supera los treinta años y compiten por el mismo puesto que él. Siente una multitud de ojos imprudentes clavados en su nuca conforme sale de aquella sala en la que le falta el aire. Baja en el ascensor desde la planta número quince, rodeado por dos hombres que hablan un lenguaje que se le antoja completamente extranjero.
-¿Te han llegado las cifras correspondientes al 1T2009?-El joven pelirrojo pasa agitadamente las páginas de un periódico de enormes páginas color salmón.
-Sí, anoche me envió un fax Ruiperez, desde Servicios Centrales, una vez cerrado Wall Street-El otro chico, que no aparenta ni los dieciocho, busca algo dentro de su portafolios de piel brillante y cierre dorado.
-Sorpréndeme.-Le mira unos segundos, por encima del hombro.
-Los valores de corte cíclico, con su gran comportamiento bursátil de las últimas semanas han venido adelantando una recuperación económica,-extrae un folio celeste y sonríe orgulloso-y se prevé una corrección significativa en sesiones subsiguientes.
-Estupendo,-le arranca el folio de la mano a su colega y lo ojea con auténtico fervor- la estrategia a implementar está bien clara.
-Por supuesto, Padilla, se impone la prudencia a la hora de operar con renta variable.
-Y por otro lado, ha llegado la hora de forzar a los socios mayoritarios a cerrar sus posiciones cortas.-Ríen a carcajadas y Severiano piensa que, definitivamente, ha entrado en una dimensión paralela.
Por fin, las puertas del ascensor se abren y huye hacia el exterior, con una sensación de claustrofobia forrándole los pulmones. Abandona ese edificio que le ha roído hasta la esperanza, y se promete no volver hasta que necesite lanzarse desde cualquiera de sus ventanas. Se siente aturdido en medio de la multitud. Como si tuviera los zapatos pegados al suelo, se queda inmóvil, desconcertado. Se plantea si volver a casa y descansar porque se siente realmente exhausto, pero cae en la cuenta de que allí le espera su padre, que le ha caído como un sambenito este interminable día. Bueno, sinceramente, piensa que cualquier día al azar desde hace seis meses, hubiera sido igual de oportuno.
-¡El cerito, cero, oigaaaa!-Un vendedor de la ONCE vocea a su lado.
>>Quizá esto sea una señal-piensa Severiano, y busca algunas monedas en los bolsillos del traje de chaqueta de su boda, que ha desempolvado para la ocasión. Nada. Abre su cartera y tan sólo encuentra un bonobús, una tarjeta de crédito (sin crédito) y un ticket de aparcamiento que guarda como único recuerdo de su viejo R5. Sabe que la gente suele llevar fotos de carnet y cosas así, pero ese ticket no tiene menos valor sentimental- Seguro que la guarra de Matilde ya ha ultrajado el asiento trasero con algún madurito sexy-piensa en voz alta, maldiciendo a su exmujer, que un poco más y se lleva hasta sus calzoncillos. El eco del bus-12 perdiéndose al final de la avenida, le invita a volverse a casa andando-Me vendrá muy bien hacer algo de deporte-resopla resignado.


-Tienes unas manos divinas-Escucha decir a su padre, al otro lado de la puerta, mientras busca las llaves. Ese tono tan meloso le provoca nauseas, aunque tal vez esa sensación corresponda a la hora y media de paseo bajo el sol.
-Qué cosas tiene usted, don Manuel-Una risita aguda de mujer capta toda su atención y se apresura a abrir con tanta premura como sigilo.
-Melody, cariño, háblame de tú, que me haces sentir viejo.-Ríen juntos a carcajadas.
-¡Pero si se ve que estás hecho todo un chaval!.
-Toca, toca aquí verás que duro…
Cuando Severiano se planta en el salón, escandalizado, ve a su padre sentado en una silla, con su sábana naranja de repuesto alrededor del torso, llena de pelos blancos, igual que el suelo a su alrededor. La chica, con unas tijeras en una mano y con la otra en el pecho descubierto de su padre, le mira sonriente.
-Esto no es lo que parece-dice con una voz suave, y repite la misma risa horrible que escuchó hace dos minutos.
-No… no pasa nada.-Se queda petrificado al descubrir que su padre ha conseguido en un sola mañana más que él en seis meses. Seis largos meses fantaseando acerca de cómo acercarse a ese ángel de pelo dorado y piel de porcelana. Aunque, ahora que se fija tan de cerca, descubre que se le ven las raíces negras y su cara lleva más de una capa de maquillaje, que no logra cubrir el acné que se ha cebado con sus mejillas.
-No te esperábamos tan pronto-le dice su padre, con un tono tan cercano que le sorprende.
-La… la reunión, que ha terminado más pronto de lo previsto.-Mira al suelo, esperando que vuelva a abrirse bajo sus pies, invitándole a zambullirse en el magma.
-¿Qué tal con la multinacional sueca? ¿Ha habido acuerdo al final?-le pregunta con fingido interés, y luego se gira hacia la chica-Es que mi hijo, aquí donde lo ves, es director de una empresa de aceros súper importante. Siempre lo digo, es muy buen partido.
La chica asiente, pasmada, dejando las tijeras sobre el sofá.
-No… porque… Bueno, es igual, no quiero aburriros con ese lenguaje tan técnico y aburrido.
-No, no, por favor, cuéntanos.-Suplica la chica, mirándole fijamente con sus ojos tan celestes que Severiano comienza a sospechar que debe llevar lentillas de ese color.
-Pues…-Pone los ojos en blanco, buscando alguna frase convincente dentro de su cabeza-Resulta que el 1T2009 de Wall Street recomienda los cortes cíclicos y … si a eso se le une el informe de mi colega Ruipérez, la única solución es operar con renta variable. ¡Está claro!-Se miente a sí mismo, consciente de que su perorata no tiene el más mínimo sentido, pero las dos cabezas que le atienden asienten impresionadas y piensa que no es nadie para quitarles la ilusión.
-¡Uy, que tarde se me ha hecho! El Charlie va a venir a buscarme y yo con estas pintas-Mira el reloj, sorprendida, y se sacude los pelos que se han quedado pegados a la escasa tela de su camiseta-Encantada, Manuel.
-El placer es mío.-Se pone en pie, coge la mano de la joven y se la besa en un gesto pretencioso. La chica le sonríe, coqueta, y parpadea con sus largas pestañas enterradas en rimmel, según aprecia Severiano-Espero que nos hagas una visita pronto.
-Claro que sí, ya tienes mi móvil, llámame.-Se despide de Manuel y se dirige a su hijo-Cuando quieras, te puedo dar un pelado, aunque sólo sea para fortalecer las puntas- Pero, en verdad, yo te rapaba la cabeza, que seguro que te hace parecer mucho más interesante-Le da un beso cerca de la comisura de los labios, y a Severiano le parece que su perfume barato es una delicia. De repente, piensa que también hay ángeles con el pelo castaño y que, a fin de cuentas, el acné desaparecerá tarde o temprano. Padre e hijo se quedan, hombro con hombro, viendo la silueta de la chica atravesar el pasillo, abrir la puerta y perderse al otro lado.
-Debí imaginar que tendría pareja-Se lamenta-Por cierto, te ha llamado Matilde-suelta de repente, sin preaviso. Se desenrolla la sábana y la deja caer.
-¿Cómo?-Despierta de su ensoñación y mira a su padre sorprendido, aunque no sabe si siente más desesperación por lo que le ha dicho, por lo de la chica o por el desorden del salón-¿Has hablado con ella?
-¡Pues claro!-Se abrocha la camisa y guarda en el bolsillo un papel rosa con el móvil de Melody, asegurándose de que su hijo lo vea-Ya era hora de que alguien le dijera un par de verdades a esa mujer.
-¿Qué le has dicho?-Pregunta indignado sin estar seguro de querer saber la respuesta. Recoge la sábana del suelo y se dirige a la cocina, para echarla en cesto de ropa de la lavandería.
-Son cosas nuestras. ¡Ah, eso sí! Dice que pasarán luego a recoger la gorra de la niña pero que este fin de semana al final no te la deja, porque el que se la tira ahora las va a llevar a Disneynosequé.
-Tienes que ver lo grande que está Miriam, la última vez que la vistes aún tenía pañales, y el año que viene ya hace la comunión.-Explica con una voz tan vacía que su padre entiende que no es la primera vez que su exmujer toma decisiones sin consultarle. Vuelve al salón con una escoba y un recogedor y comienza a barrer.
-También han llamado de Forjalín o algo así.-Se deja caer el en sofá.
-¿Qué?-Deja la tarea que tiene entre manos y le presta toda su atención-¿Qué te han dicho?-Cruza los dedos suplicando en silencio que no levante el telón y descubra que su trabajo como directivo, sus inversiones en Suiza y sus proyectos de futuro no son más que humo. Se sienta sobre una de las maletas de su padre, que siguen donde mismo las dejó hace ya tanto, tanto tiempo.
-Nada. Que te pases a firmar el contrato en cuanto puedas, y que empiezas el día uno.-Su voz se torna más suave, conforme vuelve a ver en su hijo al mismo gordito indefenso que llegaba llorando a casa del colegio.
-Ah, sí, eso es por un convenio que…-Se afloja la corbata y se desabrocha el botón que le oprime la garganta.
-Hijo mío.-Se levanta del sofá y se acerca a su hijo, le pone la mano sobre su hombro-Conmigo no hace falta que finjas, yo te entiendo…
-¿Qué?-Se levanta de un brinco y pone distancia de por medio con ese hombre que en una sola mañana ha puesto su vida (y su casa) patas arriba-¡Tú no entiendes nada! Llevas ocho años sin dar apenas señales de vida y, de repente, te presentas en mi casa sin dar ni una explicación. No me preguntas cómo estoy, ni cómo le va a tu nieta. ¡Eres un egoísta incapaz de ver más allá de tus propias narices!.
-Hijo…-Se sorprende de la reacción tan hostil de Severiano. Nunca le ha visto decir una palabra más fuerte que otra y, con dos frases, le ha recordado lo miserable que es-He venido a pasar una temporada contigo porque…-Mira al techo que, como dice la canción, no le vendría nada mal una manita de pintura-Porque quiero echarte una mano ahora que estás solo.
-¡Llevo seis meses solo! Además, ¿no ves que allá donde pisas no dejas más que mierda y caos? ¡Tú no has venido a ayudarme sino a esconderte! O me cuentas la verdad o te vas por donde has venido.-Se sorprende al escucharse a sí mismo, no se hace una idea de dónde estaba escondido ese valor que tanta falta le ha hecho durante sus cuarenta años de vida.
Con la adrenalina recorriendo cada rincón de sus cuerpos, no escuchan el motor de un coche aparcando en la puerta de su casa. A continuación, suena el timbre con insistencia y Severiano siente que el mundo ha dado otra vuelta sin avisarle. El recuerdo de la última vez que abrió la puerta, hace apenas cuatro horas, le deja un sabor amargo en la boca.
-¡Papá!-De un brinco, su hija se le sube a los brazos y le cubre la cara de besos.
-¡Ay, Miriam, qué sorpresa!-Le da un fuerte abrazo, sin soltarla, y se asoma a contemplar su R5 en un ejercicio de autoflagelación. Un hombre que apenas cabe en la camiseta negra de tirantas que lleva ceñida, luciendo musculitos, está en el asiento del conductor. Y encima lleva el pelo rapado, cómo no, piensa Severiano. Matilde está sentada a su lado, limándose las uñas abstraída.
-Se llama Robert, y usa más cremas que mamá.-Le susurra al oído y ríen juntos-Pero tú no preocupes, papá, sólo me hablo con él porque me va a llevar a Disneyland el fin de semana-Severiano se queda perplejo al ver lo pronto que ha aprendido su niña a hacer lo que se le antoja con los hombres aunque, claro, piensa que ha tenido una buena maestra- ¿Ese hombre es el abuelo Manuel?-Mira al fondo del pasillo, curiosa.
-Sí, ve a saludarle.-La deja en el suelo y mira de pies a cabeza a su padre. Hasta ahora, no se ha dado cuenta de lo envejecido que está. Ese pelo tan blanco, los hombros encogidos hacia adelante, y esa respiración tan superficial y acelerada. No le reconoce, y siente el corazón latiendo en sus sienes.
-¡Hola abuelo!-La niña le planta un beso en la mejilla y le da un abrazo-Papá me ha hablado mucho de ti, ¿has venido por mi cumple?.
>>Abuelo…-Repite el viejo mentalmente una y otra vez, mientras que se encorva un poco más y la rodea con sus brazos-Abuelo… me gusta-Se estremece al sentir tanta ternura y lamenta haber perdido tanto tiempo, pero piensa que aún le queda mucho por delante, o tal vez no, pero eso ahora es lo de menos. Tiene los ojos tan verdes como su abuela…-Le mira a la cara y se le llenan los ojos de melancolía.
-Abuelo, ¿vas a venir el miércoles a mi cumple? Va a haber una tarta de chocolate y van a estar todas mis amigas, yo quiero que vengáis.-Le sonríe con la boca mellada.
Miran juntos a Severiano, que da su consentimiento con un movimiento de cabeza. A continuación, observa su reflejo en el espejo de la entrada y piensa que ya es hora de cambiar. Ha llegado el momento de ser un calvo con dignidad.

8 comentarios:

  1. Da gusto leer relatos así, tan bien narrados (tanto gramaticalmente como respecto a coherencia).

    Sólo una cosa no me quedó clara: la llamada de Forjalín. Es la empresa en dónde hacía la entrevista? Si es así, es un poco extraño que lo llamaran nada más acabar la entrevista y al teléfono fijo, pero en general el relato está bastante bien.

    Un saludo.

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  2. Javi, es verdad que no queda claro lo de Forjalín... Mi idea es que fuera otra empresa diferente a la de la entrevista, para hacer ver que lleva un tiempo buscando trabajo.
    Gracias por tus comentarios!!!!

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  3. guillermo8/5/09, 3:40

    muy bueno y muy verdadero,pero tambien muy melancólico, echo de menos un poco mas de humor.

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  4. Intenté hacerlo con algo más de humor, pero al final me salió así de real. Gracias por leerlo y por hacerme sugerencias!!

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  5. Me gustó mucho el contraste entre fondo gris y ráfagas de humor entre las miserias. Me gusta el cierre, está donde al principio pero ha presentado muchas posibilidades para desarrollar; debajo de esa calva escasamente poblada hay un personaje con pasado y aspiraciones :)

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  6. Muchas gracias jalocebo. Me alegro mucho de que te haya gustado.

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  7. SOLO UNA PALABRA PARA DEFINIRLO:EXCELENTE

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  8. Gracias, anónimo!!

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