Gabriel García Márquez escribiendo "Cien años de soledad"

22/5/09

-Relato 7 de Elena León.

CODICIOSO Y ESTÚPIDO.

El avión despegó media hora antes, cuando el sol aun no se había puesto, tiempo suficiente para que los dos pasajeros sentados en el asiento 27b y 27c, hasta entonces desconocidos entablaran una entretenida conversación. El pasajero de más edad que se sentaba junto a la ventanilla, cuyo nombre era Salvador Álvarez, era un hombre enigmático y misterioso, desde que se subiera al avión no había perdido esa media sonrisa de quien las cosas parecen ir bien. El otro pasajero bastante más joven, estaba nervioso y continuamente se removía en su asiento sin poder coger una postura satisfactoria, su nombre era Martín Hernández.
-Y bien Martín, ya le he contado lo aburrida que es mi vida como vendedor de coches, seguro que usted tiene algo más interesante que contar-dijo Salvador tras un rato de hablar sin parar.
-Bueno… hasta anoche mi vida era rutinaria y cansina, pero hoy me han pasado una serie de cosas que lo ha cambiado todo-dijo Martín.
-¿Y no me va a contar eso tan excitante que le ha pasado hoy?
-Pues…no sé… es bastante comprometedor.
-No se preocupe, de mí se puede fiar, además después de este viaje seguramente no nos veremos más.
-Bueno en realidad tengo la necesidad de contárselo a alguien, pero prométame que ni una palabra a nadie.
-Tiene mi palabra, quédese tranquilo.
En ese momento la luz del cinturón se apagó y los dos se lo desabrocharon soltando el aire comprimido hasta el momento. Dos niños gemelos de unos siete años se levantaron y corrieron a toda prisa pasillo abajo hacia el baño. Una mujer se levantó con su bebé en brazos y comenzó a caminar de un lado para otro intentando dormirlo.
-Salvador lo que no me ha dicho, ¿es para qué viaja a Londres?
-Por trabajo, será algo muy rápido, tengo que traer un paquete muy importante de Londres a Madrid.
-Ah, interesante.
-¿Y usted, para qué va a Londres?-dijo Salvador.
-En realidad allí hago trasbordo hacia Venezuela.
La azafata pasó en ese instante con el carrito de la comida y bebida.
-¿Desean tomar algo?-les ofreció con una cálida sonrisa
-Yo tomaré un whiskey con soda y un sándwich vegetal-dijo Salvador.
-Yo un sándwich mixto y un whiskey con seven´up-dijo Martín.
La azafata se agachó y sacó de la parte de abajo del carrito dos sándwiches y se los entregó, luego preparó los combinados y se los pasó también dejándolos sobre la mesita desplegable del asiento.
-¿Su viaje a Venezuela tiene que ver con lo que le ha pasado hoy?-comentaba mientras quitaba el envoltorio al sándwich-. Cada vez lo hacen más pequeños.
-En parte sí, voy por unas vacaciones muy largas- hace una pausa mientras remueve la bebida con su cañita-en realidad…tengo que desaparecer.
-Cuente cuente, parece muy interesante-dijo con la boca llena y la comisura manchada de mayonesa.
-Pues bien, esta mañana llegué al trabajo temprano, aunque con pocas ganas y deseoso de que llegasen las doce, hora en la que salgo los viernes como concesión especial-. Da un sorbo a la bebida-. Es un acuerdo entre mi jefe y yo.
-Ajá, eso está muy bien, hay que tener buena relación con los jefes.
Dos ancianos mayores sentados un poco más atrás comenzaron a discutir entre ellos sobre la comida que les había traído la azafata. El bebé que ya estaba dormido despertó por los gritos y comenzó a llorar, la madre se volvió a levantar y comenzó de nuevo a pasear pasillo arriba y abajo.
-Pues bien, estando en mi despacho rodeado de informes, apareció por la puerta mi jefe con una sonrisa que realmente detesto, sabía que traía algo entre manos, y no me equivocaba cuando se acercó a mi mesa con una carpeta. Y sin más me dijo “Ha salido un trabajo de última hora, unas reses han llegado esta madrugada desde Galicia”.
>>Yo en seguida me puse de pie y le dije que no podía que era viernes y que tenía planes. El me dijo: “Lo siento Martín, si no fuera algo importante mandaría a uno de los nuevos, pero es un ganado que ha comprado uno de nuestros principales clientes y es lo que hay”. Y sin más se fue de mi despacho y me dejó allí, con la carpeta sobre la mesa y con mi cara de idiota >>.
-¿Y qué hiciste?-preguntó Salvador.
-Pues qué voy hacer, arrastrar mi cara de idiota de nuevo a mi mesa coger la carpeta y comenzar a leer el informe.
-¿Y en qué consiste exactamente su trabajo?
-Pues somos una empresa privada de sanidad, hacemos controles de forma particular a petición de grandes superficies alimenticias que nos contratan.
-Ah…bueno ¿y que pasó luego?
-Pues leí el informe detenidamente, cogí mi chaqueta, mi bolsa de nylon donde llevo todas las cosas necesarias para hacer el examen veterinario a los animales, me fui hacia mi coche, escribí la dirección en el GPS y me puse en marcha.
Los ancianos seguían con su rifi rafe ahora por dejar la luz encendida o apagarla, los gemelos le hacían juegos al bebé que aun no se había dormido. La azafata se acercó de nuevo con el carrito.
-¿Les retiro algo?
-Sí por favor, aquí tiene mi vaso vacío y el envoltorio del sándwich-dijo Salvador.
-¿Me podría poner otro whiskey con seven´up?-dijo Martín pasándole el vaso.
-Sí claro, ¿y el sándwich no se lo come usted, no es de su agrado?-.La chica señaló el bocadillo desenvuelto pero sin tocar.
-No tengo apetito, puede llevárselo.
-Un momento, aquí no se tira nada, me lo como yo-dijo Salvador cogiendo el pan y llevándoselo a la boca.
La azafata le pasó la bebida a Martín y siguió recogiendo a los demás pasajeros.
-Siga con su historia-animó Salvador.
-Como le iba diciendo, unos veinticinco minutos más tarde, después de un angosto camino empedrado y lleno de curvas llegué a una finca con grandes instalaciones y varias naves dispuestas para el ganado y otras como matadero.
>>Salí del coche, estaba algo mareado, un hombre mayor con la piel curtida por el sol y las manos retorcidas por años de duro trabajo, salió al ver llegar mi coche. Nada más verme parecía molesto y de muy malas formas me preguntó: “¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí?” “Soy Martín Hernández vengo de parte de Cárnicas del Sur, la empresa de alimentación que les ha comprado el ganado, tengo que hacerles un control de sanidad a las vacas antes de que se las lleven. Usted debe de ser Rafael Benítez, el propietario, ¿verdad? ”. Me dijo que sí, pero enseguida comenzó a negar con la cabeza en señal de desaprobación, parecía disgustado, rumió algo por lo bajo y se volvió hacia una de las naves. Yo lo seguí un poco más atrás extrañado de que en un lugar como aquel no hubiese nadie trabajando. Le pregunté por aquello y el me contestó “Y quién va a trabajar aquí, si aquí ya no hay trabajo ni para mí ni para mis hijos, toda mi vida trabajando y ahora ya no tenemos ni para morirnos tranquilos”.
>>Yo no dije nada. Entramos en una de las naves, en la que sólo había seis hermosas vacas, parecían saludables y bien alimentadas, pero aquel lugar estaba muy dejado y sucio. Saqué mi blog de notas y comencé a anotar mis primeras observaciones. El se quedó mirando mi libreta y me dijo: “Oiga, sé que esto parece muy dejado y poco saludable para las vacas, pero de este pedido depende la recuperación de mi negocio. Hemos tenido mala suerte, las lluvias, los altos precios del pienso y las malditas ayudas del gobierno que nunca llegan…” “Ya pero…mi trabajo consiste en hacer un informe completo de lo que veo”-dije a lo que el me contestó angustiado “Cárnicas del Sur, es la primera empresa que nos contrata en meses, no lo estropee por favor”.
-¿Y qué hizo usted?-dijo Salvador apurando el sándwich.
-Pues mi trabajo, qué voy hacer-dijo Martín revolviéndose de nuevo en el asiento y cruzando las piernas-maldito bebé otra vez está llorando, si los niños lo dejasen tranquilo igual se callaba.
-Es lo que tiene viajar, tienes que aguantar todas estas cosas.
-Maldito avión sin primera clase, esto es tercer mundista…aquí todos apretujados como gallinas.
Salvador que en ningún momento perdía la sonrisa, insistió en que Martín siguiera con su historia.
-Pues como le iba diciendo, no hice caso a ninguna de las quejas del anciano, yo iba hacer mi trabajo lo antes posible y punto.
>>Saqué de mi bolsa de nylon unos guantes y algunos utensilios que uso para sacar sangre y hacer un examen completo del estado del animal. El hombre seguía allí mirándome angustiado y frotándose continuamente las manos nervioso. “Porque no esperamos a que venga mi hijo, él le podrá ayudar”-me dijo. Yo le dije que no era necesario, que estaba harto de hacer aquello solo sin ningún problema, luego le invité a que se marchara a hacer otras cosas que ya lo llamaría. Pero él no quiso, me pareció verle sudar nervioso, aquello me resultaba muy extraño, algo no encajaba. No le hice caso y me dispuse hacer el examen, fui hacia una de las vacas, el me seguía un poco más atrás, decidí ignorarlo. Saqué de mi bolsillo un tarrito de tranquilizante, abrí la boca del animal y le eché unas gotas, lo suficiente para que se le relajasen todos los músculos y se adormilara, en pocos segundos la vaca defecó, es algo que siempre es así, me dirigí hacia la caca del animal a coger unas muestras para analizarlas y cual fue mi sorpresa que allí entre las heces del animal había unas bolsitas blancas perfectamente cerradas con algo dentro>>.
-¿En serio, eso había? ¡Quién lo iba a imaginar!-comentó Salvador asombrado.
-Como te lo cuento, tenías que haber visto mi cara, bueno, y la de Rafael-. Se giró hacia su derecha y levantándose de su asiento exclamó-. Por favor puede hacer callar a ese niño de una vez, me está doliendo la cabeza-. La azafata se acercó a toda prisa y lo tranquilizó sirviéndole otra copa.
Atrás se escuchaba a los ancianos criticar a la juventud refriéndose a Martín, por una vez parecían de acuerdo.
-En fin, que cojo una de las bolsitas y con unas tijeritas le hago una pequeña rajita por la que sale un polvito fino y blanco-siguió Martín con su relato algo más calmado dando un sorbo a su bebida-. Yo de esto no entiendo mucho pero estaba convencido de que era cocaína.
-Vaya, yo había escuchado transportar drogas en personas que se las tragan para pasar los controles del aeropuerto, pero en animales nunca.
-Yo tampoco, estaba alucinando, no sabía qué hacer. Me quedé de piedra.
-¿Y el hombre qué hizo? está claro que el estaba al tanto de todo, de ahí su comportamiento, ¿no?
-Por supuesto que estaba al corriente.
>>Comenzó a darme explicaciones. “Es la maldita crisis que nos hace cometer estas locuras, me llamaron unos tipos, rusos o rumanos yo que sé, y me ofrecieron una gran cantidad de dinero, por sólo una vez… esta vez”- me dijo el ganadero temblándole la voz y luego continúo: “Ya le dije a mi hijo que no era buena idea, que había muchos controles y más con lo de la gripe porcina esa, y él me dijo que sólo sería esta vez que nos hacía mucha falta el dinero”. Yo hacía oídos sordos a todo cuánto me decía, seguí con mi trabajo, bueno en realidad me olvidé de tomar las muestras de sangre y orina de los animales. Recogí las bolsitas de esa vaca, hasta cuatro había. Hice lo mismo con las otras cinco, les eché las milagrosas gotitas en la boca y gualá al instante ya estaban cagando oro blanco>>.
-Vaya, si que es alucinante- dijo Salvador-. ¿Todo es en serio, no te estarás quedando conmigo, no? Cómo veo que te estás riendo…
-Que va hombre, es algo increíble pero cierto, créame-. Oiga señorita, ¿cuánto falta por llegar?-le preguntó a la azafata que iba pasillo arriba.
-Una hora aproximadamente, acabamos de sobrevolar Barcelona ¿Algún problema señor?
-Nada nada, es que no veo la hora de bajar. Estos chismes son tan estrechos y hace tanta calor.
La chica se encogió de hombros y siguió su camino. Martín se remangó las mangas de la camisa.
-¿No tiene calor con esa gabardina?
-Estoy bien-contestó Salvador.
Martín se quedó mirando hacia los niños gemelos que jugaban en el pasillo con unos cochecitos, una niña de coletas y cara pecosa los miraba intrigada.
-Debería a ver un mínimo de edad para volar en los aviones.
-Vamos amigo relájese, recuerde que tendrá que coger otro avión de más de diez horas si quiere llegar hasta Venezuela.
Martín se retorció en su asiento y dio el último sorbo a su copa, un hielo cayó en su boca y lo masticó hasta hacerlo trizas y tragarlo.
-Bueno, siga con su historia- animó Salvador.
-Pues al final me encontré con unos quince paquetitos de esos, no sabía que hacer con ellos, las manos me temblaban por el descubrimiento. Las metí todas en mi bolsa y comencé a dar vueltas por la nave pensando qué hacer. El pobre hombre me seguía con la mirada, creo que aun le quedaba un poco de dignidad, sino se hubiese puesto a llorar como esa niñita de coletas- los dos miraron hacia la niña y esta al verlos mirándola se hundió en su asiento.
>>“Vamos hombre, lleguemos a un acuerdo. Con esto sacaremos mucho para los dos- me rogaba Rafael-. Cuando venga mi hijo hablaremos de cómo hacer las reparticiones” “Y me quiere decir qué voy hacer yo con estas bolsitas de drogas, ¿me voy por Madrid vendiéndolas por las esquinas, o qué?”-le dije molesto “No hombre no…” Vi algo de esperanza en sus ojos que incluso me conmovió. “Verá, esto se lo cuento porque me parece usted una persona sensata y razonable que a buen seguro querrá una vida mejor”.
-¿Cuál era el plan?- preguntó ansioso su compañero de viaje.
-Escucha escucha que ahora viene lo mejor-dijo Martín- Yo le pregunté ¿y de que va ese plan? Y él me dijo: “Dentro de una hora aproximadamente mi hijo ha quedado con esos hombres en un paraje desierto a unos kilómetros de aquí. Rancho El Pinar” “¿Y cómo se llega hasta allí?-le pregunté inocentemente”. “Pues se sale de esta finca y antes de que acabe el camino, coges a la derecha todo recto unos kilómetros y luego a la izquierda unos kilómetros más y se ve una casa abandonada, allí es. Pero bueno, mi hijo lo sabrá mejor que yo”.
-En ese momento me vino una idea a la cabeza, iría yo a ese sitio haciéndome pasar por un intermediario de ellos, haría el cambiazo y echaría a correr con la pasta.
-¡Te da miedo volar y no te da miedo encararte con unos mafiosos del Este!-exclamó Salvador.
-En ese momento estaba tan excitado que no, ahora que lo pienso, realmente fue muy peligroso.
-Bueno, pero te llevaste la pasta o no, imagino que sí, sino no estarías aquí, ¿no?
-No adelantemos acontecimientos, vayamos por partes.
>>El anciano enseguida leyó mis intenciones y cogió algo del suelo, no supe que era hasta que no lo vio volando hacia mi cara, era una pala y pude esquivarla por poco. Le di un empujón y cayó al suelo tropezándose con una pileta de acero en la cabeza. Al principio me asusté y me temí lo peor, pero el hombre respiraba, lo tumbé sobre un montón de paja y le limpié la herida, no pienses que soy un desalmado. Rafael abrió los ojos y me dijo entre gimoteos: “Por favor, no lo haga, piense en mi familia, será mi ruina completa”. Escuché un coche en la calle, supuse que era el hijo y me puse nervioso, me asomé a una pequeña ventana y vi un Volvo blanco, un coche demasiado caro para esa familia. Así que deduje que no era el hijo, pero maldita sea mi coche estaba allí, un hombre con gabardina y sombrero se bajó del volvo y fue hacia mi coche, echó un vistazo rápido y se marchó tal como había llegado. Aquello me asustó, no sabía que pensar, así que cogí la bolsa y salí de allí pitando. El pobre Rafael se quedó allí tirado suplicándome>>.
-¿Y por qué amarró al pobre si estaba indefenso y tirado en el suelo?
-¿Cómo sabe que lo amarré? Yo no le he dicho eso.
-Bueno… lo he supuesto al ver las marcas de una cuerda en sus dedos, debió amarrarlo muy fuerte para que se le quedara las marcas, el cristal del vaso es trasparente sabe.
-Se fija usted mucho en las cosas para ser un simple vendedor de coches, ¿no?
-Hombre parte de mi trabajo consiste en analizar a los posibles compradores y predecir por dónde entrarles.
-Ah, bueno bueno-dijo mirándose las manos y viendo las marcas de la cuerda en los dedos.
Durante un instante se quedaron callados, Martín jugando con la hebilla del cinturón del avión y Salvador mirando por la ventanilla. Ahora que callaban se pudo oír los ronquidos de la pareja de ancianos, Martín giró la cabeza hacia tras y los vio dormitar uno echado sobre el otro y con la boca abierta.
-Al menos ya no discuten ni me critican-comentó en voz baja. Se volvió hacia delante, la niña pecosa lo miraba por el hueco que quedaba entre dos asientos, miró hacia su derecha, la madre y el bebé también dormían. Pero los críos inagotables seguían jugando en el pasillo.
-Y bien no me va a terminar de contar su historia-dijo Salvador, tras unos minutos.
-Si claro, por dónde iba-hizo una pausa-. Ya recuerdo.
>>Pues como le decía, cogí la bolsa y salí de allí a toda leche. Me subí al coche y seguí las instrucciones que me había indicado el ganadero, cogí el camino hacia abajo, gire a la derecha y luego a la izquierda, allí no había nada, pensé que me había engañado. Di un par de vueltas por aquellos caminos buscando el descampado con la casita abandonada y cuando estaba apunto de ir en busca de Rafael vi un sitio a lo lejos que me pareció que era el sitio de encuentro. Fui allí tembloroso, las manos me sudaban y apenas podía controlar el volante, llegué hasta el lugar y un coche negro estaba esperando. No era un coche de lujo, era un golf antiguo, me pareció raro, supongo que sería para no llamar la atención. Cuando me vieron llegar, se bajaron tres hombres del coche, dos altos y fuertes y otro que supongo sería el jefe, más bajo y delgado. Yo también me bajé con mi bolsa en mano sabiendo que mi vida estaba en juego. Los tres me miraron un buen rato antes de dar ningún paso, supuse que me estaban analizando, uno de ellos vino hacia mí y me cacheó de arriba abajo, el miedo me recorrió electrizante por el cuerpo. Luego se reunió con los otros dos, dijeron algo en un idioma del este que no pude entender. “Eso que tienes manos es la mercancía” –me dijo uno de ellos. “Sí”-es lo único que salió de mi garganta. “Pues vamos rápido, trae aquí”-me volvió a decir. Yo di unos pasos tan torpes como los de un niño que comienza a andar. El más bajito hizo una señal y uno de ellos fue hacia el maletero, cogió un maletín negro, lo abrió y me lo enseñó. Estaba hasta arriba de dinero, mis ojos se dilataron al ver aquello. “Ahora tú, muestra mercancía”-me dijo el mismo de antes, que supuse que era el único que hablaba español. Abrí la bolsa y cogió uno de los paquetitos, lo abrió con una navaja de unos seis centímetros de hoja, metió un dedo en la cocaína que luego se llevó a la boca, lo degustó un momento y dijo algo en su idioma. Me quitó la bolsa de las manos, me dieron el maletín y se subieron al coche. “No hagas ninguna tontería con policía, nos hemos quedado con tu cara y con matrícula de tu coche”- me dijo antes de poner el coche en marcha>>.
-¡Qué fuerte! Y tú que hiciste, ¿no te measte encima?-dijo Salvador.
-No, pero me faltó poco-soltó una risilla nerviosa-. Recuerdo aquello y se me pone la piel de gallina. Mira mi brazo, tengo los pelos de punta-. Comentó levantado un brazo y enseñándole lo que decía.
-Señores pasajeros, en unos veinte minutos tomaremos tierra, vayan tomando asiento. Se escuchó la voz de una de las azafatas por la megafonía. Los gemelos corrieron a sus asientos, dejando atrás los juguetes, la madre les riño y volvieron a por ellos. La niña de coletas miraba por la ventana de su asiento y todo lo demás seguía igual.
-¿Y cuánto dinero había?-preguntó Salvador.
La azafata llegó con una bandeja en busca del vaso de Martín.
-¿No podría ponerme otro? Los aterrizajes me ponen muy nervioso.
-Lo siento señor, ya no podemos servir nada más- dijo la chica llevándose el vaso vacío.
-Ah, el dinero dices, qué cuánto había, pues no me paré a contarlo pero mucho, muchísimo. El suficiente para tirarme una buena jubilación anticipada-. Rió un buen rato, hasta que ya no le quedó más aire en los pulmones. Su acompañante lo miraba con una sonrisa burlona y ojos centelleantes.
-¿Y que hizo con el dinero?-le preguntó-. No puede haber subido con todo, eso es imposible.
-Ya lo sé hombre, que querías que me pillaran en el control del aeropuerto. Cuando salí de allí con el maletín estaba muy nervioso y feliz, no podía pensar con claridad y no sabía que hacer con el dinero. Fui a mi banco de confianza donde tengo un amigo y le pedí que ingresara el dinero sin hacer preguntas y sin levantar sospechas con su jefe, bajo una buena comisión claro, cuando hay dinero por medio, los amigos no son tan amigos.
-¿Y bien?-preguntó Salvador.
-Pues eso, que cogí un poco de dinero para los gastos del viaje y cuando llegue a Venezuela, pues…saco el resto y a vivir-. Rió de nuevo.
-Pero hombre cómo ha sido tan idiota, cuando la policía tenga sospechas de usted lo primero que hará es seguir sus movimientos bancarios, darán con usted en menos que canta un gallo.
Martín se quedó en silencio y comenzó a palidecer, la sonrisa se le había esfumado por completo. Se echó hacia delante y hundió la cabeza en sus manos, se revolvió el pelo y soltó una maldición.
-Y ahora que hago, cómo he sido tan entupido-siguió maldiciéndose-. ¿Qué puedo hacer cuando llegue a Londres? Ahora no puedo pensar con claridad-. Se frotó la frente con las manos.
-Pues mi consejo es que busque un buen abogado.
-¿Qué dice? ¿Para qué?-. Levantó la cabeza y lo miro, su acompañante lo miraba entusiasmado.
-No me dirá que usted…
Salvador asintió y sacó del bolsillo interior de su gabardina una grabadora que puso sobre la mesita desplegable del asiento.
-Es usted policía, mil veces maldita sea, cómo soy tan estúpido.
-Soy el inspector Salvador Álvarez-. Le mostró la placa-. No haga ninguna tontería y todo saldrá bien-. Echó a un lado la chaqueta y le enseñó la pistola y esposas-. Cuando lleguemos a Londres nos estarán esperando, hasta entonces trate de pasar desapercibido y no llamar la atención, se lo advierto por su bien.
-¿Cómo ha podido engañarme así? Usted es un…
-Sea lo que sea, no soy peor que usted. Yo también hago mi trabajo-. Lo interrumpió sonriendo nuevamente.
La luz del cinturón se encendió.
-Señores pasajeros en breve tomaremos tierra, abróchense los cinturones y no se muevan de su asiento. La tripulación desea que hayan tenido un buen viaje- La voz de la azafata sonó de nuevo por la megafonía.
-Dígame, ¿cómo me ha seguido la pista y ha sabido de mí?
-Martín ha tenido mala suerte, llevamos meses detrás de esta banda, hoy era el día clave, lo que no contábamos era con un nuevo personaje. Recuerda el volvo blanco, ¿verdad? Pues era yo quién lo conducía-comentó tan tranquilo mientras se abrochaba el cinturón-. Abróchese el cinturón, lo queremos vivito y coleando.
-¿Y que hace usted aquí con un personaje secundario como yo, en lugar de estar detrás de los personajes principales?
-A ellos lo cogimos al instante de hacerse el cambiazo. Os observábamos a poca distancia de allí.
-Pues a verme cogido antes de subir al avión.
-Quería una buena confesión suya, no sabíamos hasta que grado estaba usted implicado.
Se dejó caer hacia atrás es su asiento y cerrando los ojos dijo:
-Además amigo Martín, me encanta viajar.

1 comentario:

  1. La historia es bastante entretenida y con mucho ritmo, los dialogos y las descripciones bien construidas. Pero una persona después de lo que ha hecho no debería contárselo al primero que encuentra, no? por lo demás muy bien.

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