LA LLAVE
Hola Juan:
He mirado la página del banco y ya me ha llegado la transferencia. Gracias. Me hacía falta el dinero, te lo digo de verdad. Tú sabes que si no fuera así no te habría pedido que me lo devolvieras. Pero era mucho dinero, aquel psicoanalista al que empezaste a ir era bastante caro y ahora me hace falta a mí.
Cuando nos vimos me alegré de que te fuera tan bien. Creo que te lo dije. Y de que hayas vuelto a echarte novia, aquella dentista. Eso es bueno Juan, volver a empezar…
También quería pedirte la llave. El otro día iba con Sandra por el centro, paseando…Fíjate acabo de caer en la de tiempo que me llevé sin hacer esa tontería: un viernes con ella, riéndonos de todo, por las calles, sin planificar nada, vamos lo que se dice improvisar según le venga al cuerpo. Siempre ponías mala cara, cuando salía sin avisarte. Bueno, pues el caso es que Sandra me dijo que como ella se viene a vivir cerca de casa, no estaría mal que tuviéramos una copia de la casa de cada una, por si hay un despiste. Y me dije, Marta, tienes que pedirle a Juan la llave.
Me la puedes dejar en el buzón. No quiero molestarte, que todos estamos muy ocupados hoy en día, ¡vaya vida!… Hay poco tiempo para todo: estoy a apuntada a un curso de escritura los viernes, inglés martes y jueves y… Pilates los lunes, que eso si lo sabes. ¿Te acuerdas? No me lo decías pero se te cambiaba el humor cuando tenía Pilates. Y si salíamos a tomar algo con el monitor y los compañeros…tu cara lo decía todo. Ya te decía que a Marcelo no le gustaban las mujeres. Aunque no era por eso, no tenías que preocuparte, porque yo estaba enamorada de ti.
Mi intención no era escribirte sobre esto. Pero bueno, ha salido, no sé por qué. Hacías bien en contarme tus inseguridades. Creo que yo también las tenía. Pero no te montaba ningún numerito si quedabas con alguna amiga. Si hubieras confiado…
Ya se que diste un gran paso al reconocer tus celos y empezar la terapia. Y también que cambiar eso lleva tiempo. Lo se porque ahora he empezado ahora a ir yo también. No te voy a dar detalles del por qué, son cosas íntimas…tampoco te creas que es por tí, no te montes paranoias al respecto. Son problemas míos, que arrastraba. Y a ti ahora económicamente no te va tan mal, y si tu chica es dentista, tiene que ganarlo bien…Por eso me he atrevido a pedírtelo…
Si te pido la llave no es porque desconfíe de ti. Te recuerdo que las copias de la llave de mi casa salen especialmente caras. De sobra se que tú no entrarías nunca en el piso sin mi permiso, los tiros no van por ahí.
Sin embargo, sí que miraste una vez mi e-mail. Porque si no, no se como supiste que Marcelo y yo estaríamos en la terraza de aquel hotel, en nuestra mesa de siempre junto a la piscina…
Te confieso que era habitual que nos viéramos allí después de Pilates. Normalmente venía también Sandra a esos encuentros, sin embargo aquel día me las arreglé para que no viniera. Precisamente hoy he quedado con ellos. Sí, fíjate qué sencillo quedar todos y tomar unas copas, ¿verdad? Pero no, claro que no lo es. Si no hubieras hecho aquella chorrada en el hotel, podríamos ser amigos los tres. Pero no, tuviste que ir hecho una fiera y explotar, meterte con él, los dos en la piscina a punto de ahogaros. Y todo porque no te cogí el móvil…Marcelo estuvo a punto de denunciarte. Era sólo un amigo. No quiero ser mala, pero espero que no hagas esas tonterías con la dentista…
No se como supiste la clave de mi correo. No es que te ocultase nunca nada. Pero qué menos que tener esa intimidad. Te imagino sentado experimentando con una clave y luego con otra y otra, nervioso, mordiéndote las uñas, dando algún puñetazo en la mesa…Ahora sé que debías de estar pasándolo muy mal, realmente. Y todo por nada, imaginando fantasmas que no existían. Tuviste que estar un buen rato probando combinaciones diferentes: nuestros cumpleaños, nuestros nombres y apelativos cariñosos… Escribiendo mi nombre, el tuyo y cada vez que el ordenador te decía “clave incorrecta” seguramente estabas más y más nervioso. Finalmente escribirías asustado y enfurecido:“Marcelo”. También te daría “clave incorrecta”. Finalmente escribirías el nombre de Sandra, mi mejor amiga, y se te abrieron las puertas de todos mis mensajes…
Cuando estábamos juntos detestabas que te dejara comiendo solo en casa. Si yo atravesaba una etapa de apuntarme a actividades nuevas no era por huir de ti. Pero se te cambiaba la cara cuando te decía que a lo mejor no nos veríamos los viernes hasta la noche. Intentabas disimular tu rabia, pero no podías.
No creas que le hablaré mal de ti a esta gente cuando quede hoy con ellos. Seguro que Sandra me preguntará si te he escrito este mensaje. Ella es la que más me ha animado a que te pida las llaves.
Tenerla cerca ahora va a ser para mí una gran ayuda. En terapia he descubierto muchas cosas de mí y no son cosas fantásticas. Pero es bueno que las haya visto. No se tú si has descubierto algo en la terapia. Espero que al menos me demuestres que has cambiado y no me pongas pegas para darme la llave, porque se que te va a costar dármela.
Ni se me pasa por la cabeza cambiar la cerradura. Se que me las vas a dar. Y se también que le vas a pedir perdón a Marcelo por tu arrebato en el hotel.…
Yo confié que ibas a cambiar. Y no esperaba un cambio inmediato. Como te dijo el psicólogo la terapia no era un tratamiento de urgencia. No estabas tan mal como para tomar pastillas tranquilizantes. Salvo aquel día, en el que te pusiste realmente como una fiera en el hotel…no se como Marcelo no te atizó…
No quiero decir que yo quisiera que te pegara. Aunque te lo merecías. Además aquella misma semana habías hurgado en mi correo porque si no, ¿cómo supiste que estábamos en aquel hotel? Yo también estaba muy enfadada contigo.
Te tengo que confesar algo: no era la primera vez que quedábamos a solas Marcelo y yo. Nos veíamos con frecuencia pero el motivo no era el que tú creías entonces. Necesitaba alguien que me entendiese. Tú tenías ya a tu psicólogo, con quien te desahogabas, pero yo no tenía a nadie con quien hablar. Bueno es verdad que tenía a mis amigas, sobre todo a Sandra. Pero a ella no podía haberle contado nada…
Sí le conté cuando estuve preparada. En realidad tras romper contigo me preparé a conciencia para hablar con ella. Dediqué muchas sesiones del psicoanalista para hablar de ella. Y aquello me sirvió para tranquilizarme y ser capaz de dar el paso.
Te lo digo ya de antemano: nunca me atrajo Marcelo, ni siquiera antes de saber que era homosexual. Sin embargo me escuchaba y yo notaba que tenía algo en común con él. Se que no estoy siendo clara al explicarme. No me es fácil. Yo tenía algo en común con él, Juan.
En la terapia he descubierto que puedo cambiar muchas cosas de mí. Pero otras no, y lo que siento por Sandra no lo cambiaría ni con ayuda del mejor profesional por una razón muy sencilla: porque yo no quiero cambiarlo. Bueno ya lo he dicho. Te dije al principio que me alegro que estés con tu dentista, de verdad. Yo estoy viviendo un momento maravilloso, Juan, el mejor momento de mi vida y a ti te deseo lo mismo.
¿Te dije que Sandra viene a vivir cerca de mi casa? No, no, perdona Juan, el asunto no es exactamente así. Desde que le confesé que estaba enamorada de ella, lo tuve claro. Y al final ha ocurrido: en estos días mágicos vamos a empezar a vivir juntas en mi casa.
Me estoy sintiendo muy liberada al contarte esto. Y lo hago porque quiero que tú también te liberes: ¿como iba a ser yo una buena novia si aquello se estaba removiendo dentro de mí? Tus celos y tus arrebatos no tuvieron la culpa de todo. Y no se Juan por qué te he escrito todo esto. Quizás para que no te sientas culpable, porque aunque estaba contigo, siempre estuve suspirando por Sandra, y aquí creo que te debo una disculpa. Cuando puedas me pasas la llave. Seguramente puedas ser muy feliz con tu dentista, a lo mejor ella está realmente enamorada de ti. Y quizás deje ya de hacerte falta acudir cada semana al psicoanalista.
1/5/09
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