LA CUENTA ATRÁS
Lo siento Katy. No quería que te enteraras así de la transformación de Rosa, de nuestra a mía. Ella nada tiene que ver con nuestros problemas, ni tendría que ver con nuestro futuro, seccionado brutalmente por tú arrebato… Me duele mucho. Estoy helado, a pesar de la hora. Puede que sea por estar desnudo, al lado de la cubitera llena de hielo, o por la sensación de estar empapado y que la herida no deja de sangrar. Las bayetas ya no absorben. Hago tiempo escribiendo para pedirte perdón con la esperanza de que lo puedas hacer dentro del escaso futuro que me queda y de que puedas hacerme un último favor, no dejes que Andrés me vea en estas circunstancias… debes recogerlo antes de las cinco, ¡recuérdalo!, por Dios, Katy, solo quedan diez minutos… Vuelve, aunque sea para rematarme, y recuerda a Andrés y el colegio. Llévalo a casa de tu madre y que no vea a su padre morir, así… Tengo el suelo de la cocina perdido de sangre, cada minuto que pasa hace más frío y tú no vuelves. Ya está a punto de salir Andrés y no falta mucho para que aparezca Rosa. ¿Eso es lo que buscabas, qué Rosa tuviese que hacer su trabajo limpiando este suelo impregnado de mí?... ¡Ay! Rosa, espero tener fuerzas suficientes para calmarte cuando aparezcas. Tengo la sensación de estar malgastándolas en esta carta, pero es lo único seguro que sé que voy a poder realizar en estos últimos momentos de vida. Ante todo, Rosa, no te alteres, o por lo menos tranquilízate si atinas a leer estas líneas en papel ensangrentado, que encontrarás, lo más seguro, delante del cadáver del que te amó con locura… Vaya lo que te pido, que te tranquilices, ante el panorama dantesco de tu amante sentado desnudo, agarrando una cubitera repleta de hielo con su pene dentro, conservándolo, con la esperanza de ser auxiliado para un remiendo, escribiendo una carta con sus últimos suspiros, ante una mesa repleta de comida que jamás volverá a probar. Espero que llegues antes que Andrés. Él ya habrá salido a la puerta del colegio, a esperar que alguien lo recoja, hasta que se canse y decida venir andando, como tantas otras veces. Si te cruzas con él,… ¡Dios!..., verá lo mismo que veas tú. ¡Qué me encuentre alguien ya!... Ya no siento las piernas, no tengo fuerzas, excepto para dejar constancia de mi agonía. Si pudiera alcanzar la puerta, echaría el pestillo y así nadie podría entrar hasta que Katy confesara lo que había hecho. Por lo menos no sería ni Andrés ni tú, Rosa, los que se encontrarían esta escena. Pero, no sé... ¿Y si vuelve Katy y apareces tú?... ¡joder!... ¿Y si lo hace Andrés mientras tú y Katy os encontráis y yo me desangro?... Ya no sé que es peor. Tengo entumecido el cerebro además de las piernas. Quiero morir ya, y la muerte no termina de hacer acto de presencia, a pesar de ser mi pene la parte más viva de mi cuerpo. Y solo han pasado quince minutos. Esta lenta muerte me da hambre y solo alcanzo a las galletas y al pesado tazón de leche, preparados para Andrés. Flaquea el bolígrafo tanto como mis fuerzas. Estas galletas no me hacen nada bien, solo me dan sed y no puedo con el tazón. El bolígrafo ya no escribe,… espera… ya está, seré el tintero y mi sangre la tinta. Necesito solo unos minutos más para ti, Andrés. Solo necesito un poco de fuerza y lucidez, y tinta, y esta es la única que me sobra, fuera de mi cuerpo, para decirte que somos lo mejor que hacemos en la vida, pero que todo quedará oscurecido por lo peor que hayamos realizado. Seré por siempre en tú memoria y en las de tú alrededor “el tío que le cortaron el pene y murió desangrado en su cocina”… Si, pasaré de ser tú padre a ser “el tío”, algo de lo que avergonzarse de por vida. El tío de muerte patética por vivir de mentiras. Pero recuerda, Andrés, que todos sobrevivimos en este mundo envueltos en una burbuja de mentiras, creadas con el propósito de ser felices. Hasta que no tomes conciencia de tus propias mentiras no me perdonarás, aunque, ni aún así, estoy seguro de esto… Ya no está lejos el final y sin embargo puedo seguir escribiendo. No estoy seguro de que se entienda lo que escribo, no veo bien el papel con la cara apoyada en la mesa. Ya no siento el brazo que rodea mi pene, ya no noto la humedad del suelo, solo veo en sombras moverse el bolígrafo que sigue a mis pensamientos. Aunque, ahora, escucho abrirse la puerta y me pregunto si será la del cielo o la del infierno.
1/5/09
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¡Qué malo! escribes con tu propia sangre mientras te mueres una carta para alguien que la ha de recibir en 10 minutos ... ¿es eso?Uhmm...
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